lunes, noviembre 11, 2024

DIME DE LO QUE PRESUMES Y TE DIRÉ DE LO QUE CARECES

COSAS DE GELY

DIME DE LO QUE PRESUMES Y TE DIRÉ DE LO QUE CARECES

"Dime de lo que presumes y te diré de lo que careces":

Vivimos en un mundo lleno de ruido, donde a menudo lo que se ve no es lo que realmente es. Muchas personas presumen de tener cualidades o logros que en realidad no poseen. Esto es común en la política, en la vida pública y en la vida diaria, donde quienes más hablan de su rectitud o de su moralidad, muchas veces son los primeros en caer en contradicciones o en escándalos.

En este entorno, la humildad parece ser algo raro. La humildad verdadera no se alardea ni se busca ser vista; es un comportamiento silencioso, una forma de ser que no necesita ser resaltada para demostrar su valor. Y es precisamente esa humildad la que suele faltar en aquellos que más intentan mostrarse como perfectos o como ejemplo de rectitud. En lugar de una verdadera sinceridad, lo que muestran son máscaras que ocultan sus inseguridades o sus defectos.

Este comportamiento es muy claro en el ámbito político. Muchas veces, los políticos hacen promesas grandes y se presentan como los salvadores de la nación, como los más honestos y justos. Pero al llegar al poder, muchos caen en los mismos errores que tanto criticaron: corrupción, abusos de poder o manipulaciones. No es raro que, antes de ser descubiertos, estos mismos políticos se encarguen de pregonar su pureza para ocultar lo que ya sabían que era débil en su carácter.

 

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La gente que más presume de su honestidad o transparencia a menudo es la que más tiene que esconder. Esta necesidad constante de validarse revela muchas veces, un temor interno de ser descubiertos. En cambio, la verdadera honestidad no necesita demostrarse a gritos; se muestra en el día a día, en la coherencia entre lo que se dice y lo que se hace.

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Hay un dicho popular que dice: "El que mucho abarca, poco aprieta". Esto nos recuerda que cuando tratamos de ser todos para todos, es fácil que no logremos nada de manera efectiva. El deseo de acumular poder, riquezas o fama puede hacernos perder el rumbo y fallar en lo más importante. En política, esto se traduce en promesas vacías, en un liderazgo que no se enfoca en lo esencial y, lo que es peor, en un vacío de acciones reales.

Este afán por demostrar lo que se tiene o lo que se ha logrado, también está relacionado con un ego desmesurado. Quien más presume de su éxito, más revela lo vacío que puede estar ese éxito si no tiene un propósito verdadero. El ego puede cegarnos, impidiéndonos ver lo que realmente importa. Quien vive buscando la aprobación de los demás termina siendo esclavo de esa necesidad, sin lograr nunca una satisfacción genuina. Su vida se convierte en un show, en un intento constante de mantener una imagen que no siempre tiene sustancia.

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El ego también nos aleja de la empatía, de conectar de verdad con las personas. La verdadera fuerza no está en parecer superior, sino en saber escuchar, en ser humilde y estar dispuesto a aprender. Quien está más preocupado por demostrar lo que sabe o lo que tiene, pierde la oportunidad de conocer a los demás de una forma más profunda. Y esa falta de humildad es, tal vez, una de las mayores debilidades humanas.

Al final, lo importante es ser coherentes. Las personas que dicen una cosa y hacen otra se exponen a la crítica y a la desconfianza. La verdadera fuerza está en ser fiel a lo que pensamos y hacemos y en no necesitar que el mundo nos aplauda por ello. Las personas que realmente impactan son aquellas que trabajan en silencio, cumplen con sus compromisos y no buscan atención, pero logran que sus acciones hablen por sí solas.

Por eso, deberíamos aprender a ser más humildes, a reconocer nuestras limitaciones y a no dejarnos llevar por el ego. La vida nos enseña que aquellos que más presumen de lo que tienen o lo que saben, a menudo esconden más de lo que muestran. En cambio, quienes no necesitan mostrar lo que tienen, quienes no buscan ser el centro de atención, son los que dejan una huella más profunda y genuina. 

Déjense de peleas y de buscar algún propicio culpable, y tengan la valentía de reconocer su incompetencia y errores







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