COSAS DE GELY
LA TIERRA EL PLANETA QUE NECESITABA RESPIRAR
En un rincón del universo, existe un planeta llamado Tierra que, aunque hermoso por fuera, está lleno de heridas internas. Este mundo se encuentra fraccionado en países, estados y comunidades, cada uno con sus propias reglas, lenguas y luchas. A lo largo de los siglos, sus habitantes más o menos aprendieron a convivir —no siempre en paz, pero al menos con cierta cordura— hasta que llegaron dos figuras que alteraron el equilibrio de todo.
El primero es conocido como Trump, un hombre enloquecido y despiadado al que llamaremos el Rey del Norte, un líder cuya obsesión por su propio ego y la grandeza de su país, terminó por deshacer lo que muchos presidentes anteriores habían construido con gran esfuerzo. Bajo su mando, los muros no solo se alzaron en las fronteras, sino también en los corazones. Expulsó a quienes buscaban refugio, tratándolos como si fueran enemigos por haber nacido lejos. Subió los aranceles, estrangulando a pequeños productores en tierras lejanas, y desmanteló las protecciones que sus propios ciudadanos necesitaban para vivir dignamente. Educación, salud, derechos básicos: todo fue reducido, recortado, vendido al mejor postor o simplemente olvidado.
Pero lo más inquietante no fue lo que destruyó, sino cómo convenció a muchos de que lo hacía por su bien. Bajo su mandato, la verdad fue moldeada, distorsionada, hasta que solo quedaban ecos de lo que alguna vez fue una nación que aspiraba a la justicia.
Lejos, en las vastas extensiones heladas del continente oriental, gobernaba el cruel e impertérrito Putin al que daremos el nombre del Zar de la Helada Taiga. Su rostro apenas cambiaba, pues desde hacía décadas se mantenía en el poder como si el tiempo se hubiera detenido para él. Las elecciones eran solo una danza vacía, coreografiada para aparentar que el pueblo decidía algo, cuando en realidad nadie podía alzar la voz sin pagar un precio alto. Sus opositores desaparecían, eran encarcelados o silenciados y sus nombres se borraban como si nunca hubieran existido.
El Zar de la Helada Taiga, no solo sometía a su gente, también extendía su mano hacia otras tierras, invadiendo territorios con excusas huecas, arrasando pueblos y dejando a miles de personas sin hogar. No le bastaba con dominar su tierra y a sus sumisos compatriotas: también planea hacer sabotajes en Europa con atentados encubiertos, destrozar infraestructuras de cables submarinos, interferir en gobiernos ajenos, también sembraba confusión a través de pantallas y lanzar mentiras disfrazadas de noticias.
Pero un día, aquello que creíamos impensable ocurrió: el Rey del Norte y el Zar de la Helada Taiga, enemigos naturales por historia y discurso, encontraron en su desprecio "por el bien común una alianza tácita". Cada uno desde su trinchera, erosionaba las estructuras de cooperación mundial, atacaban la verdad, y alimentaban el miedo para mantenerse en el poder.