COSAS DE GELY
Los "tres traidores": Cuando el ego y la ambición superan los ideales
En toda organización política de largo recorrido, es inevitable que surjan voces disidentes, tensiones internas y desacuerdos estratégicos. Pero cuando estas diferencias se convierten en ataques personales y públicos hacia un compañero de partido, sobre todo si ese compañero es el presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, una no puede evitar preguntarse: ¿qué está pasando realmente?
Eso es lo que muchos socialistas y simpatizantes del progresismo se preguntan al ver cómo tres figuras del PSOE, con trayectorias muy diferentes pero con algo en común (su oposición furibunda a Pedro Sánchez) han elegido el camino del enfrentamiento en lugar de la lealtad constructiva. Hablamos del expresidente del Gobierno Felipe González, del presidente de Castilla-La Mancha Emiliano García-Page y del expresidente de Aragón Javier Lambán. Tres nombres con peso, sí. Pero también, tres egos difícilmente reconciliables con la idea de partido como proyecto colectivo.
Felipe González: La envidia del pasado que no acepta el presente
Felipe González fue una figura clave en la historia del PSOE. Nadie puede ni debe negarlo. Pero su tiempo pasó. Lo que sí resulta difícil de entender (o quizá demasiado fácil) es por qué alguien que dirigió el país durante más de una década se siente con derecho a deslegitimar al líder actual, incluso cuando ese líder ha sido refrendado varias veces por las bases del partido y por el voto ciudadano.
El desprecio de González hacia Pedro Sánchez no parece solo político. Tiene un componente profundamente personal, alimentado por la envidia. Pedro Sánchez ha conseguido lo que muy pocos pensaban posible: mantenerse en el poder pese a los ataques internos y externos, y construir una mayoría progresista en uno de los momentos más complejos de la historia democrática reciente. Esa capacidad de resistencia y estrategia ha puesto de relieve la falta de generosidad de González, que en lugar de apoyar a su partido desde la veteranía, parece obsesionado con demostrar que sin él, el PSOE no sabe gobernar. Esa actitud no solo es injusta, sino profundamente arrogante.
García Page: El socialista que nunca lo fue
Emiliano García Page es presidente de Castilla La Mancha, sí. Pero, ¿socialista? Es una pregunta legítima. A lo largo de los años, ha demostrado una afinidad sospechosa con los discursos y posiciones de la derecha, sobre todo cuando se trata de Cataluña, el modelo de Estado o las alianzas parlamentarias del Gobierno.
Su estrategia es clara: sabe que su única forma de mantenerse en el poder en una comunidad tradicionalmente conservadora es ganarse el voto de la derecha más moderada. Y para eso, necesita diferenciarse de Pedro Sánchez, incluso a costa de parecer un portavoz del PP en vez de un dirigente del PSOE. Lo triste de esta maniobra es que refleja una concepción absolutamente utilitaria de la política: los principios se abandonan en cuanto dejan de ser útiles para mantener el sillón. García-Page no es un disidente ideológico, es un oportunista electoral. Y eso es más grave.
Javier Lambán: El resentimiento del que ya no tiene nada que perder
Javier Lambán fue presidente de Aragón. Y lo cierto es que su perfil político, gris y poco carismático, ya no tenía mucho que ofrecer al PSOE. En lugar de retirarse con dignidad o contribuir desde la discreción, ha elegido el camino del resentimiento. Se ha convertido en una voz habitual del discurso rancio y agresivo contra Pedro Sánchez, sin aportar ideas ni propuestas, solo reproches y desprecios.
Su discurso suena vacío, como el eco de una frustración personal más que de una reflexión política. Y eso es lo más triste: su crítica no busca construir, solo castigar. ¿A quién? A quien ha conseguido unir a la izquierda, avanzar en derechos sociales y representar con firmeza a un Gobierno progresista en Europa. ¿Con qué objetivo? Probablemente, con ninguno claro, salvo el de vengarse de su propia irrelevancia actual.
¿Por qué siguen en el PSOE?
Esa es otra pregunta clave. ¿Por qué estos tres personajes siguen vinculados a un partido al que ya no representan ni ideológica ni emocionalmente? La respuesta puede estar en la falta de mecanismos internos más claros de renovación, pero también en algo más simbólico: ellos siguen aferrados al carnet socialista como quien se aferra a un título que ya no significa nada para ellos, pero que todavía les da una mínima cuota de poder y visibilidad.
El PSOE de hoy no es el mismo que el de los 80, y eso es bueno. Es un partido más feminista, más diverso, más consciente del pluralismo territorial, más abierto a las alianzas. Es un PSOE que, con errores y aciertos, ha sabido sobrevivir y adaptarse. Y Pedro Sánchez, guste o no, ha sido el arquitecto de esa transformación.
Conclusión: el socialismo del futuro no necesita lastres del pasado
El odio hacia Pedro Sánchez por parte de González, García Page y Lambán no es ideológico: es personal, ególatra y profundamente reaccionario. No toleran que un hombre joven, independiente, valiente y respaldado por las bases haya tomado las riendas de un PSOE que ellos ya no comprenden. Lo triste es que, en vez de hacerse a un lado con dignidad, han optado por convertirse en armas de la derecha y en altavoces del rencor.
Pero el socialismo seguirá adelante. Con sus bases, con sus jóvenes, con sus mujeres, con sus luchas. Y lo hará dejando atrás a quienes solo miran por el retrovisor.