COSAS DE GELY
A este post lo llamaré "Tiempos turbulentos y va a ser una alegoría sobre la política actual, y el vergonzoso comportamiento de los políticos que nos representan.
En un mar revuelto de incertidumbres, donde las olas de la crisis golpean sin tregua, navega la humanidad buscando un faro que guíe su camino. Sin embargo, en la proa del barco, aquellos que deberían timonear hacia un futuro mejor parecen más ocupados en repartirse el botín que en asegurar la supervivencia de todos.
El cambio climático, un gigante Kraken que emerge de las profundidades, amenaza con engullirnos. La pobreza, una plaga que corroe las bases de la sociedad, extiende sus tentáculos por cada rincón. La injusticia social, un monstruo de mil cabezas, siembra la discordia y el descontento.
Mientras tanto, en la cubierta, los políticos, ajenos al peligro, se enzarzan en luchas de poder y juegos de tronos. En España, la situación no es diferente. La polarización política ha alcanzado niveles alarmantes, mientras que los problemas reales del país quedan relegados a un segundo plano.
La alcaldesa de Madrid, Ayuso, se alza como un ejemplo de esta farsa política. Sus escándalos, como el caso de su pareja y la trama de espionaje, evidencian una preocupante falta de ética y responsabilidad.
Como Ayuso, reina de un reino en llamas, se aferran a su corona mientras su corte se baña en privilegios, ignorando el clamor del pueblo que sufre.
En la capital española, la alcaldesa Ayuso se ha convertido en el símbolo de la desvergüenza política. Su pareja, enredado en turbios negocios, y su negativa a transparentar sus actividades, son solo la punta del iceberg.
La sombra de la corrupción se extiende por las calles de Madrid, mientras los ciudadanos se ven obligados a pagar las consecuencias.
El PP, cual pirata avaricioso, secuestra el Consejo General del Poder Judicial, herramienta vital para la justicia, y la utiliza como arma arrojadiza en su afán de control.
Su negativa a renovar el Consejo General del Poder Judicial es un claro ejemplo de su interés por mantener el control, incluso en detrimento de las instituciones democráticas.
En las sombras, el caso Koldo, un fantasma que recorre los pasillos del poder, alimenta la desconfianza y la sospecha. Y en el horizonte, la polémica amnistía de los separatistas catalanes abre una caja de Pandora de consecuencias impredecibles.
En este panorama desolador, la ciudadanía se siente cada vez más desamparada y desconectada de sus representantes. La confianza en las instituciones se tambalea, mientras que la apatía y el cinismo se extienden como una plaga.
La tripulación, (los ciudadanos) desmoralizada y cansada de promesas vacías, y de situaciones políticas que nada tienen que ver con ellos y sus verdaderas necesidades, observa con desilusión cómo sus líderes se pelean por conseguir el timón del barco de la nación, mientras este zozobra y se hunde irremisiblemente.
Los agricultores de la Unión Europea, acosados por una competencia desleal de productos hortofrutícolas procedentes de Marruecos, y de un sin fin de países extracomunitarios que no cumplen las normas que a ellos se les exige, pero que incomprensiblemente son apoyados por sus propios gobiernos, se lanzan a la calle para luchar por su supervivencia.
¿Dónde están los líderes que inspiren confianza? ¿Dónde están los que antepongan el bien común a sus propios intereses?
¿Es este el futuro que queremos? ¿Debemos resignarnos a un mundo donde la política es un espectáculo de marionetas sin alma? La respuesta es un rotundo no.
En estos tiempos turbulentos, la esperanza se aferra a la fuerza de la ciudadanía, a la acción individual y colectiva, a la exigencia de un cambio radical.
Solo desde la unión y la responsabilidad compartida podremos construir un futuro mejor, donde la justicia, la igualdad y la sostenibilidad sean los pilares de una sociedad próspera y en armonía con el planeta.
Es hora de despertar del letargo y tomar el control de nuestro destino. Es hora de exigir a nuestros representantes que actúen con integridad y compromiso. Es hora de construir un nuevo mundo, donde la política sea un instrumento para el bienestar del pueblo, no un campo de batalla para la ambición personal.