COSAS DE GELY
El amor de los asturianos por nuestra tierra es algo que fluye en nuestras venas como el agua de nuestros ríos. Asturias no es solo una región, es nuestra identidad, esa que se forja en la quietud de sus montañas y se refleja en la calma de sus lagos. Covadonga, con su paisaje impresionante, es uno de los símbolos más poderosos de lo que significa ser asturiano. Es un lugar donde el tiempo parece detenerse, y el silencio de la naturaleza invita a conectar con nuestras raíces más profundas.
Los lagos de Covadonga, rodeados de montañas que se alzan imponentes, son testigos de una historia de esfuerzo y superación. En su serena superficie, los asturianos vemos reflejados no solo los picos que nos protegen, sino también la fuerza que nos caracteriza, esa que se ha transmitido de generación en generación. El agua tranquila de esos lagos nos recuerda que nuestra tierra, a pesar de los obstáculos, ha sido siempre un refugio de paz y una fuente de vida.
Es un amor sincero y profundo, que no necesita palabras para expresarse. Se siente en el verde intenso de los prados, en el frescor del aire de las montañas, en la energía de sus bosques y en la calidez de su gente. Los asturianos amamos nuestra tierra, no solo porque nos ha dado todo lo que somos, sino porque nos conecta con algo más grande: la fuerza de nuestra historia, la belleza de nuestro paisaje y el orgullo de pertenecer a este rincón único del mundo.
Nuestros corazones laten al ritmo de los valles y los picos, y en cada rincón de Asturias, sentimos la presencia de una tierra que siempre ha estado allí, cuidándonos y dándonos la oportunidad de crecer. Y, como los lagos de Covadonga, nuestra relación con la tierra es profunda y serena, un vínculo indestructible que se renueva con cada amanecer.