COSAS DE GELY
Gely me ha pedido que les relate de modo alegórico lo que le sugieren los partidos políticos españoles. Dice que le produce una enorme tristeza ver como se odian los unos a los otros, y que le causan una enorme angustia sus continuos enfrentamientos. Piensa que esas cosas son un mal ejemplo para todos los ciudadanos, pero especialmente para los niños. Me cuenta que tiene la sensación, que la mayoría de ellos se meten en política para medrar con artimañas, o para aprovecharse de las circunstancias que se les presenten para hacer caja. Que solo piensan en ellos (sobre todo el Partido Privatizador,) privatizar es la acción por la que un bien público, pagado con el dinero de todos los españoles, como por ejemplo: hospitales, colegios, residencias o empresas son vendidos por el estado, a un particular o empresa privada. Es por esto y por varias cosas más, que Gely piensa que la mayoría de los políticos, carecen de un ideal, lo cual dificulta que las cosas les vayan mejor a los ciudadanos que menos poder adquisitivo tienen. Y como ejemplo de lo que debe ser un buen gobernante, Gely nos deja la siguiente frase de Maquiavelo que dice así: aquel hombre que por su voluntad de poder pertenezca al tipo gobernante, deberá (por su bien y el de sus súbditos) adoptar una ética de la responsabilidad.
A continuación les deja la siguiente alegoría sobre lo expuesto anteriormente.
ALEGORÍA DEL ÁRBOL DEL ENTENDIMIENTO
En un bosque encantado, donde cada árbol representaba una ideología y cada rama un partido político, vivían las criaturas del diálogo y la discordia. Estas criaturas, similares en apariencia, pero distintas en esencia, solían reunirse en la clara del bosque para debatir sobre el futuro de su hogar común.
Las criaturas del diálogo, seres de luz y armonía, buscaban siempre el consenso y el bienestar del bosque. Ellas entendían que, aunque cada árbol y rama tuviera sus particularidades, todos formaban parte de un mismo ecosistema y dependían unos de otros para prosperar.
Por otro lado, las criaturas de la discordia, sombras que se alimentaban de la contienda y el rencor, veían en cada encuentro una oportunidad para engrandecerse a sí mismas. No les importaba dañar las raíces del bosque con tal de alcanzar la copa más alta y dominar la vista del horizonte.
La lucha entre diálogo y discordia era constante. Las criaturas del diálogo tejían puentes de entendimiento, mientras que las de la discordia los quemaban con las llamas de su egoísmo. El bosque, que una vez fue un lugar de encuentro y crecimiento, se convirtió en un campo de batalla donde el ruido ahogaba la voz de la razón.
Un día, una pequeña semilla germinó en el centro del bosque. Era una semilla diferente, que no pertenecía a ningún árbol existente. Esta semilla creció con la fuerza de aquellos que, cansados del eterno enfrentamiento, decidieron nutrirla con esperanza y trabajo conjunto. La nueva planta no buscaba sobresalir por encima de los demás, sino conectarlos, recordándoles que la diversidad y la cooperación eran la verdadera fuente de riqueza del bosque.
Con el tiempo, las criaturas del diálogo se multiplicaron, y las sombras de la discordia se disiparon, incapaces de soportar la luz de la unidad. El bosque volvió a ser un lugar de paz, donde cada árbol y rama contribuía al bien común, y la nueva planta, que algunos llamaron "El Árbol del Entendimiento", se convirtió en el símbolo de una era donde el odio y las peleas quedaron atrás, dando paso a un futuro de prosperidad compartida.
Esta alegoría nos recuerda que, en el mundo real, la política debería ser un medio para alcanzar el bienestar colectivo, no un escenario para la confrontación personal. Nos invita a reflexionar sobre la importancia de la colaboración y el respeto mutuo, y a soñar con una sociedad donde los líderes se unan por ideales nobles que beneficien a todos los ciudadanos.
En resumen, las criaturas del diálogo y la discordia, son figuras alegóricas que nos ayudan a entender la importancia de la comunicación constructiva y el peligro de la confrontación destructiva. Nos recuerdan que, aunque el conflicto es una parte natural de la vida humana, la forma en que lo manejamos define el curso de nuestro desarrollo colectivo.