COSAS DE GELY
LOS CIEGOS DEL ALMA
No recuerdo exactamente quien, pero no hace mucho alguien me dijo que había personas que a pesar de tener ojos, y posiblemente alma, eran incapaces de ver y percibir las desgracias y necesidades que sufren y padecen millones de seres humanos, y que a estas les daba igual la degradación que actualmente sufre el planeta, que les daba lo mismo que hubiera guerras, hambre y un largo etcétera de infortunios y desventuras. Recordando esto se me ha ocurrido escribir este post al que daré el título de los ciegos del alma.
El mundo en que vivimos está plagado de contrastes, donde la belleza se entremezcla con la miseria, y la alegría se ve ensombrecida por el dolor, existen aquellos que, a pesar de tener ojos, son incapaces de ver. Son como faros sin luz, barcos sin timón, perdidos en un mar de indiferencia.
Sus ojos, ventanas al mundo, se han vuelto opacos, incapaces de captar la desolación que azota a millones de seres humanos. Sus corazones, en otros tiempos posiblemente sensibles, se han convertido en piedras frías ante el sufrimiento ajeno. Son como observadores pasivos de un drama que se desarrolla ante sus narices, sin que ellos muevan un solo cabello de su ser.
¿Qué les pasa a "esos seres"? ¿Cómo es posible que teniendo ojos no vean, y teniendo "alma" no sean capaces de sentir? La respuesta no es sencilla, pero podemos encontrar algunas pistas en el materialismo que impregna nuestra sociedad.
El afán por la posesión, la búsqueda incesante de bienes materiales, ha nublado su visión, haciéndoles ciegos a las necesidades reales de los demás. Se han convertido en prisioneros de sus propios deseos, atrapados en una jaula de egoísmo que les impide ver más allá de su propio bienestar.
Su mundo se reduce a una mera transacción comercial, donde todo tiene un precio y nada tiene valor intrínseco. La solidaridad, la compasión, la empatía, son conceptos que no figuran en su diccionario. Solo existe el "yo", el "mío", el "ahora".
Es como si una venda cubriera sus ojos, impidiéndoles ver la belleza de un atardecer, la alegría de un niño que juega, o la tristeza de un anciano abandonado. Solo ven lo que quieren ver, lo que les conviene ver.
Pero la realidad, tarde o temprano terminará por derribar las barreras que han construido a su alrededor. El dolor, la enfermedad, la muerte, llegarán a sus puertas y entonces, quizás entonces, se abrirán sus ojos y comprenderán la fragilidad de la vida, la importancia de la solidaridad y la necesidad de construir un mundo más justo y compasivo.
Mientras tanto, solo podemos esperar que la luz de la conciencia los ilumine, y que un día, puedan ver con los ojos del corazón.
El mundo en que vivimos está plagado de contrastes, donde la belleza se entremezcla con la miseria, y la alegría se ve ensombrecida por el dolor, existen aquellos que, a pesar de tener ojos, son incapaces de ver. Son como faros sin luz, barcos sin timón, perdidos en un mar de indiferencia.
Sus ojos, ventanas al mundo, se han vuelto opacos, incapaces de captar la desolación que azota a millones de seres humanos. Sus corazones, en otros tiempos posiblemente sensibles, se han convertido en piedras frías ante el sufrimiento ajeno. Son como observadores pasivos de un drama que se desarrolla ante sus narices, sin que ellos muevan un solo cabello de su ser.
¿Qué les pasa a "esos seres"? ¿Cómo es posible que teniendo ojos no vean, y teniendo "alma" no sean capaces de sentir? La respuesta no es sencilla, pero podemos encontrar algunas pistas en el materialismo que impregna nuestra sociedad.
El afán por la posesión, la búsqueda incesante de bienes materiales, ha nublado su visión, haciéndoles ciegos a las necesidades reales de los demás. Se han convertido en prisioneros de sus propios deseos, atrapados en una jaula de egoísmo que les impide ver más allá de su propio bienestar.
Su mundo se reduce a una mera transacción comercial, donde todo tiene un precio y nada tiene valor intrínseco. La solidaridad, la compasión, la empatía, son conceptos que no figuran en su diccionario. Solo existe el "yo", el "mío", el "ahora".
Es como si una venda cubriera sus ojos, impidiéndoles ver la belleza de un atardecer, la alegría de un niño que juega, o la tristeza de un anciano abandonado. Solo ven lo que quieren ver, lo que les conviene ver.
Pero la realidad, tarde o temprano terminará por derribar las barreras que han construido a su alrededor. El dolor, la enfermedad, la muerte, llegarán a sus puertas y entonces, quizás entonces, se abrirán sus ojos y comprenderán la fragilidad de la vida, la importancia de la solidaridad y la necesidad de construir un mundo más justo y compasivo.
Mientras tanto, solo podemos esperar que la luz de la conciencia los ilumine, y que un día, puedan ver con los ojos del corazón.