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miércoles, mayo 14, 2025

LA VIDA EN TODOS SUS ASPECTOS

COSAS DE GELY

LA VIDA EN TODOS SUS ASPECTOS

La vida es una experiencia compleja, contradictoria y a veces injusta, que nadie elige comenzar pero todos se ven obligados a transitar. Desde el primer instante, las personas no nacen iguales. Esa desigualdad, lejos de ser solo una frase hecha, tiene raíces profundas en el lugar donde se nace, en la cultura que nos rodea, en el género que se nos asigna, en el sistema político que gobierna, en el entorno económico, en las creencias religiosas que se heredan y, por supuesto, en la familia que nos acoge o nos rechaza.

El sexo y la diferencia marcada desde el nacimiento

Desde el mismo momento en que nace, a una persona se le impone una etiqueta: hombre o mujer. Y aunque biológicamente esto responda a diferencias físicas, socialmente marca caminos separados. A los hombres se les ha enseñado por siglos a no mostrar emociones, a ser proveedores, a dominar. A las mujeres se les ha enseñado a cuidar, a obedecer, a ceder. Estas normas no escritas han formado sociedades en las que uno de los sexos siempre parte con ventaja. En muchas regiones del mundo, las mujeres siguen sin poder decidir sobre sus propios cuerpos, sin acceso igualitario a la educación o a cargos de poder. Y en otras, los hombres sufren en silencio por una identidad que no les permite mostrarse vulnerables, temiendo ser señalados por simplemente sentir.

El lugar de nacimiento y las diferencias abismales

Nacer en una ciudad con hospitales, escuelas y comida disponible no es lo mismo que nacer en una aldea sin agua potable, sin electricidad, rodeada de violencia o pobreza extrema. Hay quienes crecen con la posibilidad de soñar y otros que solo pueden pensar en sobrevivir. Esto no es cuestión de méritos personales. Es el resultado de siglos de colonización, saqueo, guerras y decisiones políticas que favorecieron a unos y condenaron a otros. El sistema económico mundial está diseñado para mantener estas diferencias. Y aunque algunas personas logren “salir adelante”, muchas otras quedan atrapadas en un ciclo que las castiga incluso antes de nacer.

La familia: primer molde de la vida

La familia es el primer entorno que forma o deforma. Si hay afecto, cuidado y comprensión, una persona puede desarrollarse con cierta seguridad emocional. Pero si lo que hay es violencia, abandono o humillación, esa persona crecerá con heridas que le afectarán en sus relaciones, en su autoestima, en su forma de ver el mundo. Muchas veces las familias transmiten patrones que se repiten generación tras generación, sin cuestionarse si son justos, sanos o útiles. Y cuando se combina una familia disfuncional con un entorno hostil, la vida se vuelve cuesta arriba desde los primeros pasos.


La religión: guía espiritual o arma de control

La religión ha sido uno de los pilares más influyentes en la historia humana. Para millones de personas, ha sido consuelo, guía moral, esperanza. Pero también ha sido herramienta de control, fuente de conflictos, excusa para la opresión. Algunas religiones predican la paz pero históricamente han promovido guerras. Otras hablan de amor mientras excluyen y condenan a quienes piensan diferente. Y muchas veces, quienes no creen en nada son tratados con desconfianza o desprecio, como si la fe fuera la única forma de tener valores.


No importa si una persona cree o no. Lo que importa es cómo vive esa creencia. Hay ateos más compasivos que muchos creyentes, y hay creyentes que usan su fe como excusa para el odio. La verdadera espiritualidad no se mide por rituales, sino por la forma en que uno se comporta con los demás.

El estado civil: caminos distintos, presiones distintas

Ser soltero, casado, divorciado, viudo o tener hijos cambia radicalmente la experiencia de la vida. En muchas sociedades, estar casado sigue siendo visto como sinónimo de éxito emocional, mientras que la soltería se asocia con fracaso o egoísmo. Ser madre se sigue presentando como el destino “natural” de toda mujer, y quien no tiene hijos muchas veces es cuestionado. Pero la realidad es que cada elección tiene sus propias alegrías y sufrimientos. El problema no es el estado civil, sino las expectativas sociales que se imponen sobre él.

La política: el poder que decide nuestras vidas

Pocas cosas afectan tanto nuestra vida como la política. Y sin embargo, muchas personas no lo entienden o lo ignoran. La política decide cuánto ganamos, qué derechos tenemos, si accedemos a salud o educación, si estamos protegidos ante una injusticia o si somos olvidados por el sistema.


Existen muchos tipos de sistemas políticos, pero no todos benefician a la mayoría. Las democracias, aunque ideales en papel, muchas veces son secuestradas por intereses económicos. La corrupción convierte a los gobiernos en maquinarias de poder que no representan a la gente. Las dictaduras eliminan las libertades. El neoliberalismo, que convierte todo en negocio, ha causado desigualdades extremas, privatizando servicios esenciales y convirtiendo los derechos en productos.

La mejor política es aquella que distribuye con justicia, que garantiza igualdad de oportunidades, que respeta a las minorías, que protege a la infancia, que invierte en salud y educación. Pero eso no ocurre sin lucha. La historia muestra que todos los derechos que hoy existen fueron ganados a base de esfuerzo y sangre.

El dinero: de herramienta útil a amo despiadado

El dinero fue creado como un medio para intercambiar bienes de forma más práctica. Pero pronto se convirtió en símbolo de poder, en fin último, en meta de vida. Hoy, quien tiene dinero tiene más posibilidades de vivir, de curarse, de estudiar, de ser escuchado. Y quien no tiene, vive con miedo constante: a enfermarse, a envejecer, a perder el techo, a no poder alimentar a sus hijos.

Los bancos, grandes empresas y fondos de inversión han hecho del dinero una trampa. Prestan a intereses que destruyen economías, que quiebran países enteros. Gobiernos enteros han sido comprados por multinacionales. El dinero ha dividido a la humanidad en clases, y esas clases ya no se mezclan. El rico vive en otro mundo, con sus propias leyes. Y al pobre solo le queda obedecer, resignarse o pelear.

La usura y el menosprecio a la condición humana

La usura no es solo una práctica bancaria. Es una forma de desprecio. Es lucrarse con la necesidad del otro. Es ver al ser humano como un número, como una deuda, como una estadística. En muchos países, la pobreza no es accidental: es diseñada. Se generan condiciones para que la gente siempre esté pagando, siempre esté endeudada, siempre necesite pedir más. El sistema está armado para que nunca se salga del círculo. Esto genera angustia, enfermedades, suicidios, violencia. Y todo eso se justifica en nombre del mercado, de la economía, del crecimient
o.

Enfermedad, vejez y muerte: la gran negación

Sabemos que vamos a morir, pero vivimos como si eso no fuera a pasar. Posponemos lo importante, nos preocupamos por cosas que no lo son, acumulamos bienes inútiles. La enfermedad aparece como un castigo, la vejez como una carga, y la muerte como un tabú. Pero todo eso forma parte de la vida. No hay vida sin fin. El cuerpo es frágil. A veces enferma por lo que hacemos, otras simplemente porque sí. La medicina ha avanzado, pero nunca podrá evitar que el cuerpo envejezca y muera. Lo que sí puede cambiar es cómo enfrentamos esa verdad. No con miedo, sino con conciencia.


Vivir sabiendo que vamos a morir puede ser una tragedia… o una oportunidad. La oportunidad de valorar lo simple. De dejar de odiar. De perdonar antes de que sea tarde. De decir “te quiero” hoy, no mañana. Porque mañana no está garantizado.

Conclusión: la vida como lucha, como regalo y como responsabilidad

La vida no es justa. No es igual para todos. Pero dentro de todo ese caos, sigue habiendo belleza. Una mirada sincera, una canción que te emociona, un acto de bondad inesperado, una tarde de risa, una conversación profunda. Esas cosas no cuestan dinero, no dependen del gobierno ni del estado civil. Y sin embargo, son las que nos hacen sentir vivos.


El reto no es vivir sin errores, ni tenerlo todo resuelto. El reto es no perder la humanidad. No dejar que el dinero, la política o el miedo nos conviertan en máquinas. El reto es cuidar, acompañar, resistir. Porque solo el amor, la compasión y la justicia pueden darnos sentido. Y solo cuando entendemos que todo es finito, empezamos a vivir de verdad.