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jueves, junio 05, 2025

QUIZÁS NO NECESITAMOS TANTO

COSAS DE GELY 

QUIZÁS NO NECESITAMOS TANTO

Quizás no necesitamos tanto

A lo largo de la vida, muchas personas terminan rodeadas de cosas que en realidad no necesitan.
Objetos, pantallas, hábitos, aparatos… cosas que han ido acumulando con la idea de que son indispensables para vivir bien, para estar al día, para no quedarse atrás. Pero cuando se mira con calma, cuando se baja el volumen del mundo y se observa con sinceridad, se empieza a notar que muchas de esas cosas no solo son innecesarias, sino que también hacen daño.

Una de las más comunes es el teléfono móvil.
Durante años se ha convertido en una extensión de la mano. Se usa para casi todo: comunicarse, entretenerse, informarse, escapar. Pero ese mismo aparato que parece útil, también puede robar presencia y descanso. Estar pendiente de mensajes o notificaciones todo el día genera ansiedad, fatiga y una constante sensación de estar “a medio camino” entre lo que se hace y lo que se espera.


Las redes sociales son otra fuente silenciosa de agotamiento. 
Al principio parecen inofensivas, incluso alegres. Pero el constante desfile de vidas aparentemente perfectas, logros, fiestas, cuerpos ideales y sonrisas sin pausa, termina generando comparación, insatisfacción y hasta tristeza. Se olvida que lo que se muestra no es la vida real, sino una versión editada. A muchas personas les cuesta recordarlo, y eso las deja con la sensación de que su vida no es suficiente.


La televisión también tiene su lugar en esta historia.
Encendida todo el día, muchas veces solo llena el espacio. Pero gran parte de su contenido está hecho para generar preocupación, para vender, para mantener la atención mediante el miedo o la exageración. Escuchar malas noticias constantemente, o dejarse arrastrar por programas vacíos, deja el ánimo por el suelo y la mente sobrecargada.

En los hogares también se acumulan objetos que ya no tienen sentido: ropa que no se usa, cosas guardadas “por si acaso”, regalos que se conservan por compromiso. Todo eso ocupa espacio físico y mental. Vivir rodeado de cosas que ya no se necesitan genera cansancio, confusión y una sensación de desorden interior. Cuando se empieza a soltar, a regalar, a tirar o a dejar ir, se descubre que menos es más.

También están las compras impulsivas. Muchas veces no se hacen por necesidad, sino por ansiedad, por costumbre o por una sensación de vacío difícil de explicar. Se compra algo para sentirse mejor, pero el alivio dura poco, y el objeto termina en una estantería sin uso. Las compras no solucionan lo que le duele al alma. Lo que se necesita cuando uno se siente solo o triste, rara vez está en una tienda.

Hoy en día también hay una aplicación o un aparato para todo: para dormir, para respirar, para caminar, para pensar. La tecnología puede ser útil, claro. Pero cuando se depende demasiado de ella, se olvida que el cuerpo y la mente ya saben hacer muchas de esas cosas sin ayuda. Caminar sin medir los pasos, dormir sin una app, respirar sin un recordatorio. Volver a lo simple puede ser más sano que seguir añadiendo dispositivos a la vida.

Y hay algo que tal vez es lo más importante de todo:
Estar siempre conectados no significa estar presentes.
Muchas veces, mientras se mira el teléfono, se pierde una conversación. Mientras se ve una pantalla, se olvida de escuchar al que está al lado. La conexión constante nos aleja de lo que ocurre aquí y ahora. Comer con atención, hablar sin distracciones, sentarse en silencio… eso también es vivir.


Con el paso del tiempo, muchas personas se dan cuenta de que lo que necesitan para estar bien no es una larga lista de cosas, sino algunas pocas y verdaderas:
tranquilidad, tiempo sin interrupciones, vínculos sinceros, momentos simples.
Y eso no se compra, no se descarga, no se actualiza.


Quizás no necesitamos tanto.
Quizás lo que hace falta no es llenar, sino soltar.
No sumar más objetos, sino recuperar lo que de verdad importa: la calma, la presencia, la vida sin apuro.

Y nunca es tarde para empezar a hacerlo.