COSAS DE GELY
La Caridad Debería Ser Aceptar, Respetar, Amar...
La vida de cada persona está llena de momentos de descubrimiento, de aceptación y, a veces, de lucha. Vivir de acuerdo con lo que sentimos en lo más profundo de nuestro ser es un derecho fundamental, un derecho que no siempre ha sido fácil de abrazar. A lo largo de la historia, las personas que han sido "diferentes" en su forma de amar o ser, han sido vistas con desdén, condenadas, incluso perseguidas. Pero la verdad es que cada ser humano tiene una identidad única que se refleja en su corazón, su cuerpo y su alma, y esa identidad no debería ser algo por lo que se sienta vergüenza ni miedo.
El budismo, una filosofía de vida basada en la compasión, el entendimiento y la paz interior, no hace distinción sobre la naturaleza sexual de las personas. En su visión, todos los seres humanos son iguales y merecen ser tratados con dignidad y respeto, independientemente de su orientación sexual. Al fin y al cabo, el objetivo del budismo es aliviar el sufrimiento y cultivar el bienestar, por lo que todo acto que cause dolor o daño a otro ser está en desacuerdo con sus principios fundamentales. En este sentido, el amor y la aceptación, en todas sus formas, se ven como expresiones naturales de nuestra humanidad.
Es cierto que en otras tradiciones o instituciones, como la Iglesia Católica, a menudo se ha insistido en el rechazo hacia la homosexualidad, justificando ese rechazo con enseñanzas que, en muchos casos, no se han adaptado a las realidades y necesidades de las personas. La caridad, palabra que tanto se menciona en estos espacios, parece quedar en un segundo plano cuando se trata de aceptar a aquellos que, simplemente por ser quienes son, han sido objeto de juicios y persecuciones. En contraste, hemos sido testigos de la contradicción y el sufrimiento causado por instituciones que predican amor y compasión, pero cuyos actos de abuso y maltrato a los más vulnerables, como las víctimas de pederastia dentro de la Iglesia, siguen siendo una herida abierta. La caridad verdadera no puede ser selectiva, ni puede ignorar el sufrimiento infligido a miles de niños, a quienes se les ha arrebatado su dignidad en nombre de una fe que debería proteger a los inocentes. Este silencio, este doble estándar, nos recuerda lo fundamental que es actuar con coherencia entre lo que se predica y lo que se practica.
En muchos lugares, el camino de aquellos que han decidido "salir del armario" ha sido arduo y doloroso. Sin embargo, también es un acto de valentía, de abrazar la verdad personal y vivirla con dignidad. A pesar de los obstáculos, el amor y el respeto que estas personas buscan no deberían verse como algo fuera de lo común, sino como una expresión legítima del ser humano. Cuando una persona decide ser fiel a sí misma, cuando decide dar a conocer su verdad, está contribuyendo a una sociedad más justa, libre y humana.
José Luis Rodríguez Zapatero y los derechos de las personas LGTB+
Afortunadamente, en tiempos recientes, hemos visto avances importantes, como los llevados acabo por el expresidente socialista José Luis Rodríguez Zapatero, quien, con su lucha por los derechos de las personas LGTB+, logró que muchas de esas voces fueran escuchadas, que muchas personas pudieran finalmente respirar con alivio y ser quienes realmente eran, sin miedo ni vergüenza. Estos avances no solo son un reflejo de un cambio legal, sino de un cambio en la mentalidad colectiva, de un paso hacia una sociedad que valora la libertad, el amor y el respeto, sin importar cómo se elija vivir o amar.
La realidad es que todos, independientemente de nuestra orientación o identidad, compartimos el mismo deseo: vivir en paz, ser aceptados tal como somos y encontrar nuestra felicidad. Vivir según nuestra intuición, nuestra verdad, sin hacer daño a los demás ni a nosotros mismos, es lo que verdaderamente importa. El amor y el respeto son las bases sobre las cuales debemos construir nuestras relaciones, y eso no depende de quién amemos, sino de cómo elegimos vivir y cómo elegimos tratar a los demás.
Es vital recordar que lo que hace mal a otro no es el amor, sino el odio, el miedo y el rechazo. La humanidad necesita más aceptación, más comprensión, más apertura. La verdadera caridad es amar al prójimo sin juzgar, entender sin condenar y aceptar sin cuestion.
LA IGLESIA DEBERÍA PRACTICAR LO QUE PREDICA, PERO NO PUEDE, PORQUE ESTÁ POLITIZADA Y ES DE DERECHAS
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