COSAS DE GELY
Borracheras Atípicas: Un Banquete de Indiferencia
En un mundo donde la desigualdad se ha convertido en un abismo insondable, asistimos a un espectáculo grotesco y repetitivo: el de aquellos que, cegados por la riqueza y el poder, se embriagan en un festín de excesos mientras millones de seres humanos luchan por sobrevivir. Es una borrachera atípica, una intoxicación crónica del alma que los aísla de la realidad y los vuelve inmunes al sufrimiento ajeno.
Los ricos: un festín mientras el mundo se muere de hambre
En las alturas de la pirámide social, una minoría acapara una porción desproporcionada de los recursos mundiales. Mientras unos pocos disfrutan de mansiones de lujo, yates de ensueño y banquetes interminables, otros muchos carecen de lo más básico: un techo seguro, agua potable y alimentos suficientes. La brecha entre ricos y pobres se ensancha cada día, y con ella, la indiferencia de aquellos que tienen el poder de cambiar las cosas.
Estos individuos, embriagados por su riqueza, viven en una burbuja donde los problemas del mundo real no existen. Sus fiestas son un reflejo de su desconexión con la realidad, un espectáculo de ostentación y derroche que contrasta con la miseria de millones. Su borrachera es la de quien se niega a ver el sufrimiento ajeno, la de quien justifica su opulencia con argumentos económicos y sociales que, en el fondo, son meras excusas para mantener su statu quo. Lo que más deseo en este momento, es poder equivocarme de todo lo que estoy escribiendo pero mucho me temo, que no sea así. Observen algunos detalles a continuación.
El poder como droga: políticos y su sed insaciable
En el otro extremo del espectro, encontramos a los políticos, esos seres que han convertido el poder en una droga. Obsesionados por el control y la perpetuación en el cargo, son capaces de cualquier cosa con tal de alcanzar sus objetivos. Su sed de poder los lleva a tomar decisiones que benefician a unos pocos en detrimento de la mayoría, a mentir, a manipular y a corromper.
Su borrachera es la del que se cree omnipotente, la del que cree que las leyes no se aplican a él. Olvidan que son servidores públicos, que están al servicio de la ciudadanía, y se convierten en meros instrumentos al servicio de los intereses de los poderosos. Su indiferencia hacia el sufrimiento de la población es evidente en cada recorte en servicios públicos, en cada privatización, en cada medida que agrava la desigualdad.
La Iglesia: una riqueza silenciosa ante el dolor ajeno
La Iglesia Católica, con su inmenso patrimonio y su discurso sobre la caridad, no escapa a esta crítica. A pesar de acumular miles de millones de euros, su respuesta ante las grandes catástrofes no existe. Cuando la DANA asoló Valencia, dejando a miles de personas sin hogar y sin nada, la Iglesia se limitó a lanzar llamamientos a la solidaridad, pero no abrió sus arcas para ayudar a los más necesitados.
Su silencio ante el sufrimiento ajeno es ensordecedor. Su discurso sobre la caridad se queda en palabras vacías cuando se trata de poner en práctica sus principios. La Iglesia parece más preocupada por defender sus privilegios que por ayudar a los más desfavorecidos.
Una sociedad enferma
Parte de nuestra sociedad esta enferma, la indiferencia se ha convertido en una epidemia. La mayoría se ha acostumbrado a la desigualdad, a la injusticia y a la corrupción. La resignación y el miedo han paralizado a muchos, que se han resignado a su suerte.
Sin embargo, aún hay esperanza. Cada vez más personas se están organizando para luchar por un mundo más justo y equitativo. La conciencia sobre los problemas sociales está creciendo, y la presión sobre los poderosos es cada vez mayor.
Es necesario que todos tomemos conciencia de esta realidad y que exijamos cambios profundos. Es necesario que luchemos por una sociedad más justa y solidaria, donde todos tengamos las mismas oportunidades. Es necesario que pongamos fin a esta borrachera colectiva y que construyamos un mundo donde la dignidad humana sea el valor supremo.
Preguntas para reflexionar:
¿Cómo podemos romper con esta dinámica de indiferencia y desigualdad?
¿Qué papel deben jugar los medios de comunicación en la denuncia de estas injusticias?
¿Cómo podemos fomentar una mayor conciencia social y una mayor participación ciudadana?
¿Qué medidas concretas podemos tomar para reducir la desigualdad y mejorar las condiciones de vida de los más desfavorecidos?
Este texto es una invitación a la reflexión. No pretende ser una verdad absoluta, sino una consideración sobre los grandes problemas de nuestra sociedad.
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