viernes, septiembre 26, 2025

QUIÉN SON LOS ARCONTES

COSAS DE GELY

¿Quién son los Arcontes? Su relación con el gnosticismo y la Iglesia Católica

Una reflexión profunda sobre los arcontes desde la visión gnóstica, su conexión con el Demiurgo y cómo estas figuras posiblemente, pueden representar a la Iglesia Católica como institución de control espiritual.


¿Quién son los Arcontes? Una Reflexión desde la Mirada Gnóstica

Después de explorar con calma los textos y conceptos relacionados con los arcontes y el Demiurgo, desde la perspectiva gnóstica, he llegado a una conclusión que, aunque pueda parecer provocadora, resuena con una lógica profunda: los arcontes y el Demiurgo no son entidades abstractas o simbólicas alejadas de nuestro mundo, sino que pueden representar perfectamente a estructuras concretas, así como a posibles organizaciones religiosas de poder similares a la Católica.


Quizás a muchos esto podría parecerles una afirmación fuerte, pero vamos a desmenuzarla con calma, desde la visión gnóstica y a través de una lectura simbólica y espiritual.

El Gnosticismo y su Crítica a las Estructuras de Poder

Cuando los gnósticos hablaban del Demiurgo y de los arcontes, se referían a algo más que simples figuras mitológicas. Eran símbolos de un sistema de control, de una trampa espiritual que mantenía a las almas atadas al mundo material, a la ignorancia, al miedo, al sufrimiento y, sobre todo, alejadas de su verdadero origen divino.

El Demiurgo, según el gnosticismo, es un dios creador imperfecto. No es el Dios verdadero, puro y espiritual, sino una entidad que (por ignorancia o por arrogancia) creó el mundo material como una cárcel. Y los arcontes, sus ayudantes o agentes, están encargados de vigilar y reforzar esa prisión, asegurándose de que el alma humana no despierte y no regrese al mundo superior, al origen luminoso del que proviene.

¿Y si el Demiurgo fuera una institución?

En esta lectura simbólica, es fácil ver cómo algunos podrían identificar al Demiurgo con una institución poderosa que durante siglos ha dirigido el rumbo espiritual, moral, político y social de millones de personas: la Iglesia Católica. No como fe ni como creencia personal, sino como estructura organizada de poder que ha moldeado conciencias, prohibido pensamientos, castigado conocimientos y regulado las experiencias espirituales.

Durante siglos, la Iglesia ha sido la intérprete oficial de lo divino. Ha decidido qué es verdad y qué es herejía, quién es digno y quién está condenado, qué libros pueden leerse y cuáles deben quemarse, qué prácticas conducen a Dios y cuáles al infierno. En lugar de liberar las almas, ha sido vista por muchos como una barrera entre el ser humano y su divinidad interna. En ese sentido, cumple perfectamente el papel del Demiurgo: creador de un mundo espiritual artificial, lleno de normas, dogmas y miedos.

Los Arcontes como Símbolos del Control Religioso

En esta misma línea, los arcontes pueden verse como aquellos representantes de la jerarquía eclesiástica (, cardenales, papas, inquisidores, teólogos de escritorio) que, a lo largo de la historia, han custodiado el acceso a la “verdad oficial”, impidiendo cualquier conocimiento que no pase por sus manos.

Desde esta óptica, los arcontes son las voces que dicen “esto no se puede saber”, “esto no se puede cuestionar”, “esto no es para ti”. Son los guardianes del templo, no para proteger su santidad, sino para impedir que tú entres y descubras que lo divino no está allí, sino dentro de ti.

En lugar de fomentar la búsqueda libre del espíritu, el conocimiento íntimo de lo divino (la famosa “gnosis”), estas figuras históricamente han limitado el pensamiento, castigado la curiosidad y perseguido todo intento de romper las cadenas del dogma. Así, se convierten en los arcontes modernos: no necesitan alas, ni ojos de fuego, ni poderes mágicos. Les basta con leyes, púlpitos y miedo.

¿Liberación o sumisión?

El gnosticismo propone una liberación radical: no basta con creer, hay que saber. No basta con obedecer, hay que despertar. El conocimiento no es un lujo, es una necesidad espiritual. Y en ese camino, el gnosticismo denunció desde el principio que las estructuras religiosas tradicionales eran, en realidad, parte del problema.

Así, la Iglesia Católica, en su forma institucional (no como espiritualidad sincera de millones de personas), puede ser vista como el sistema del Demiurgo. No es una enemiga porque adore a un dios falso, sino porque actúa como obstáculo entre el alma y la divinidad real. Un velo entre el ser humano y su origen.

Una reflexión final

Esta lectura no busca atacar la fe de nadie, sino invitar a mirar más allá de las formas, las jerarquías, los títulos y los dogmas. Si de verdad existe un Dios puro, amoroso y sabio, estoy segura de que este, no necesita intermediarios que lo representen con castigos, prohibiciones, miedo y poder político. El verdadero despertar ocurre cuando dejamos atrás esas estructuras y nos encontramos directamente con lo divino, en nuestro interior.

Tal vez, como decía el gnosticismo hace siglos, los arcontes no están en el cielo ni en el inframundo. Están aquí, en las instituciones que nos dicen cómo pensar, cómo creer, cómo sentir, y sobre todo, qué no debemos saber.

Y tal vez, el mayor acto de liberación no sea enfrentarse a ellos… sino dejar de creerles. 
 

 
LOS CRIMENES DEL CRISTIANISMO

F.E.V. 26 LOS CRÍMENES DE LA IGLESIA CATÓLICA
 
La censura de la Iglesia católica durante el franquismo V




martes, septiembre 16, 2025

CARTA DE ALBERT EINSTEIN AL FILÓSOFO ERIC GUTKIND

COSAS DE GELY

CARTA DE EINSTEIN AL FILÓSOFO  ERIC GUTKIND

En la carta escrita por Albert Einstein el 3 de enero de 1954, en respuesta al filósofo Eric Gutkind, se revelan de manera directa y sincera sus verdaderas ideas sobre Dios, la religión y el judaísmo. Aunque el tono es respetuoso, no oculta su firme desacuerdo con las ideas religiosas propuestas por Gutkind. Esta carta se ha hecho famosa justamente porque, con pocas palabras, pero con gran claridad, Einstein dejó constancia escrita de su pensamiento religioso, filosófico y moral.

Einstein comienza agradeciendo a Gutkind por el libro que le envió, el cual leyó por la insistente recomendación de un conocido mutuo, Brouwer. El libro en cuestión, "Choose Life: The Biblical Call to Revolt" (Elige la vida: El llamado bíblico a la rebelión), es una obra que mezcla pensamiento filosófico, religioso y existencial, donde Gutkind invita a recuperar los valores espirituales del mensaje bíblico como un llamado a una transformación ética del ser humano. Para él, el judaísmo representa una fuerza revolucionaria que se opone al materialismo moderno y al conformismo. Es un texto que reivindica la Biblia como un instrumento de liberación y una fuente de verdad moral profunda.

Einstein reconoce que hay un terreno común entre ambos, en particular en su visión sobre la vida, la libertad del ser humano y la necesidad de una actitud más noble, más humana, en nuestra existencia. Pero desde ese punto de acuerdo superficial, Einstein pasa rápidamente a marcar las diferencias de fondo. Esas diferencias giran, sobre todo, en torno a la religión, la idea de Dios y la percepción del pueblo judío como elegido o especial.

Einstein afirma, sin rodeos, que la palabra “Dios” no significa para él nada más que una creación humana. No habla de un rechazo emocional, sino de una observación racional: considera que la idea de Dios nace de la debilidad del ser humano, de su miedo, de su necesidad de encontrar sentido o consuelo frente a lo desconocido. En otras palabras, para Einstein, Dios no es un ser real que actúa o guía el mundo, sino una invención nacida de la fragilidad humana. No hay, según él, una interpretación por más sutil o refinada que sea que logre cambiar esa percepción suya.

La Biblia, desde su punto de vista, tampoco es un texto sagrado dictado por Dios. Más bien la ve como una colección de relatos antiguos, que, si bien pueden tener cierto valor moral o cultural, son productos de una mentalidad primitiva. Usa palabras como “venerables” y “honorables” para referirse a estas leyendas, lo que indica cierto respeto por su antigüedad o por su influencia histórica, pero deja claro que no les atribuye ningún tipo de verdad literal o divina. En definitiva, para Einstein, la religión no es un camino hacia la verdad, sino una forma primitiva de explicar el mundo, una superstición que en su época moderna debería ser superada por la razón y el conocimiento.

Al hablar del judaísmo, Einstein muestra una relación compleja. Él se identifica como judío —incluso dice sentirse orgulloso de pertenecer al pueblo judío— y reconoce una afinidad cultural e intelectual con su gente. Pero aclara que esto no implica ningún tipo de superioridad. Niega rotundamente que el pueblo judío sea “elegido” o posea cualidades especiales. Según él, los judíos no son mejores ni peores que otros grupos humanos. Lo único que, en su experiencia, los ha librado de cometer abusos o de caer en las peores formas de poder, es el hecho de que históricamente han sido un pueblo sin poder político. Es decir, si no han oprimido, no es por virtud especial, sino porque no han tenido la oportunidad de hacerlo. Esta afirmación puede sonar dura, pero refleja el pensamiento profundamente igualitario y escéptico de Einstein respecto a cualquier forma de nacionalismo o etnocentrismo.

Una de las críticas más importantes que hace en la carta está dirigida al orgullo y al sentimiento de superioridad que, según él, Gutkind muestra en su libro. Lo acusa de haber construido dos “muros” de orgullo: uno como hombre (es decir, por pertenecer a la especie humana), y otro como judío. El primero lo describe como una pretensión de estar por encima de la causalidad, como si el ser humano fuera una excepción dentro del orden natural del universo. El segundo, como una defensa del monoteísmo como algo superior frente a otras creencias. Einstein considera que ambos muros son autoengaños. Cree que al proclamarnos especiales o superiores, ya sea como humanos o como pueblo, no avanzamos moralmente, sino que nos cerramos al verdadero entendimiento.

En esta parte de la carta, menciona con admiración a Baruch Spinoza, un filósofo que fue excomulgado del judaísmo en el siglo XVII por sostener ideas radicalmente racionalistas. Spinoza no creía en un Dios personal, sino en una idea de Dios equivalente a la Naturaleza: un orden racional que gobierna el universo sin voluntad ni propósito. Para Einstein, Spinoza representa una figura admirable que entendió que no podemos hablar de causalidad a medias, ni de un Dios que actúa como un ser humano con emociones y decisiones. En este sentido, Einstein adopta una postura muy cercana al panteísmo de Spinoza: no niega lo sagrado, pero lo identifica con el misterio impersonal del universo, no con un creador personal.

Por último, Einstein reconoce que, aunque sus ideas intelectuales difieren mucho de las de Gutkind, comparten valores importantes, sobre todo en lo que respecta al comportamiento humano. Es decir, aunque no comparten la misma “racionalización” (como diría Freud), sí coinciden en ciertas actitudes éticas y en su preocupación por el destino del ser humano. Cree que podrían entenderse bien sobre cosas concretas, lo que demuestra su apertura al diálogo y su respeto por las personas, incluso cuando discrepa con ellas profundamente en lo ideológico.

Esta carta no es un ataque a la religión por capricho, ni una burla, ni un acto de arrogancia intelectual. Es más bien una defensa de la libertad de pensamiento, de la honestidad intelectual y del valor de la razón. Einstein no rechaza la espiritualidad entendida como admiración por el universo, pero sí se opone a las creencias que parten del miedo, de la tradición incuestionable o de la idea de superioridad moral. Para él, lo sagrado está en la armonía del cosmos, en la belleza de las leyes naturales, no en los libros sagrados ni en las afirmaciones de fe. Su pensamiento no es el de un ateo militante que quiere destruir la religión, sino el de un pensador profundamente ético que busca una forma de vivir que no dependa de ilusiones.

En resumen, Einstein en esta carta se muestra como un hombre profundamente racional, ético, libre de dogmas, y muy consciente del valor de la humildad intelectual. Cree en el poder de la razón, en la belleza del universo, y en el deber de los seres humanos de construir una moral sin necesidad de apelar a lo sobrenatural. Esta carta es, más que una negación de Dios, una afirmación del valor humano, de la razón y del pensamiento libre.



 

 

viernes, septiembre 12, 2025

EL GNOSTICISMO - EL DEMIURGO Y EL DOGMA CATÓLICO

COSAS DE GELY  

EL GNOSTICISMO - EL DEMIURGO Y EL DOGMA CATÓLICO 

El Demiurgo, el Gnosticismo y la construcción del dogma Católico: una mirada desde el alma

Introducción 

A lo largo de los siglos, el mensaje original de Jesús y las creencias de los primeros cristianos fueron transformadas, adaptadas e incluso silenciadas. Este artículo explora la figura del Demiurgo desde la filosofía platónica y el gnosticismo, revelando cómo la Iglesia nacida del Concilio de Nicea reescribió las bases del cristianismo, divinizando a Jesús y convirtiendo a María en virgen y madre de Dios. Una reflexión profunda y sencilla sobre la verdadera naturaleza espiritual del ser humano y el poder del conocimiento interior. 

Desde los inicios de la historia espiritual de Occidente, uno de los conceptos más intrigantes y a la vez fundamentales para entender la tensión entre diferentes visiones del mundo, ha sido la figura del Demiurgo. Este personaje, a medio camino entre dios creador y artífice menor, ha sido interpretado de formas muy distintas según la tradición que lo mencione. En la filosofía platónica, el Demiurgo es un ser benévolo, una inteligencia ordenadora que, contemplando las Ideas eternas, plasma en la materia un reflejo imperfecto del mundo ideal. No es un dios creador en el sentido judeocristiano, sino más bien un organizador del caos, un mediador entre lo eterno y lo sensible.

Sin embargo, en el pensamiento gnóstico (y especialmente en los primeros siglos del cristianismo, antes de su institucionalización) el Demiurgo adquiere un rostro muy distinto. Para los gnósticos, este ser no es un dios bueno, ni un artífice sabio, sino un ente ignorante y arrogante, que creyéndose el único dios, se pone a crear un mundo imperfecto, material y corrupto. Un mundo donde el alma humana queda atrapada en la prisión del cuerpo, olvidando su origen divino. Esta visión rompe de manera radical con la idea de un Dios creador omnipotente y bondadoso. Para los gnósticos, el verdadero Dios, el Dios incognoscible y eterno, está más allá de la creación material; es pura luz y conciencia. Y Jesús, lejos de ser su encarnación literal en un cuerpo físico, sería más bien un ser iluminado, un mensajero enviado para despertar a las almas dormidas y recordarles su origen divino.

Es importante entender que el gnosticismo no era una corriente menor ni marginal en los primeros siglos del cristianismo. Fue, de hecho, una forma viva y extendida de espiritualidad cristiana, que ponía el acento en la experiencia directa del conocimiento interior (el "gnosis") más que en los dogmas o la obediencia a una autoridad religiosa externa. Los gnósticos no veían a Jesús como Dios hecho carne, sino como un maestro de sabiduría, un liberador del alma, alguien que vino a enseñarnos a mirar hacia adentro, no a obedecer rituales externos. Este mensaje, profundamente liberador y empoderador, chocaba frontalmente con la visión que estaba tomando forma en la Iglesia oficial.

Fue en el siglo IV, con el Concilio de Nicea en el año 325, que se impuso por decreto imperial una versión única del cristianismo. Constantino, emperador romano, convocó este concilio no por motivos espirituales, sino políticos: necesitaba una religión unificada que diera cohesión al imperio. Lo que se discutió allí no fue solo la divinidad de Jesús, sino qué versión del cristianismo iba a ser considerada ortodoxa y cuál sería perseguida como herética. Y fue ahí donde triunfó una narrativa que divinizaba a Jesús, lo convertía en el Hijo de Dios, igual en sustancia al Padre, y eliminaba de un plumazo todas las visiones alternativas, entre ellas la gnóstica.

De esta manera, el Demiurgo, tal como lo concebían los gnósticos, fue ocultado, ridiculizado o reinterpretado. La visión de un dios inferior, creador de un mundo corrupto, que mantenía a las almas encadenadas a la materia, no tenía cabida en una religión que necesitaba un Dios todopoderoso, creador de todo, incluso de lo imperfecto, incluso del mal. El resultado fue una profunda tergiversación de la figura de Jesús: de maestro interior a figura divina inalcanzable; de guía hacia el conocimiento personal a objeto de culto dogmático.

Pero la transformación no se detuvo allí. En ese mismo movimiento de construcción doctrinal, también se fue perfilando el culto a María. Aunque en los evangelios apenas se habla de ella, en los siglos siguientes fue elevada progresivamente, hasta que, con el tiempo, fue declarada “siempre virgen”, algo que no estaba presente en los textos originales ni en la tradición oral más antigua. Esta virginidad no solo era física, sino simbólica, reforzando la pureza inmaculada que se quería proyectar en una figura femenina que, al mismo tiempo, servía como modelo de sumisión, entrega y santidad idealizada. Así, María se fue convirtiendo en una especie de diosa madre dentro de un cristianismo monoteísta, llenando un vacío espiritual que muchas culturas necesitaban cubrir.

Y fue precisamente en España donde esta figura alcanzó un nivel de devoción impresionante. María no solo se convirtió en madre de Dios, sino en patrona de prácticamente todas las aldeas, pueblos y ciudades del país. En muchos casos, su imagen ocupa el lugar central en los altares, desplazando incluso al propio Jesús. Hay vírgenes negras, vírgenes blancas, vírgenes con niño, vírgenes sin niño, vírgenes vestidas con trajes regionales, vírgenes que lloran, vírgenes que hacen milagros. En cada rincón de España hay una María a la que se reza, se venera y se saca en procesión. La emisora de radio de la Iglesia, se llama Radio María. La propia Iglesia se define como "Mariana", lo cual dice mucho del lugar que ocupa esta figura dentro de la religiosidad popular y oficial. La doctrina de la Iglesia está llena de sucesos inverosímiles como este, relatos  imposibles, improbables y fuera de toda realidad, a los que llaman Fe, que se caracterizan por su creatividad, fantasía y elementos sorprendentes. Los despropósitos de esta organización llegan a extremos inauditos, como el pedir que seamos  ciegos. La fe nos dicen, es ciega, y es la aceptación de una creencia sin pruebas, razonamientos o cuestionamientos, incluso frente a la evidencia contraria. Y llevan viviendo de esto más de 2.000 años.
 

Resulta paradójico que una religión que nació con un mensaje profundamente interior, simbólico y transformador, acabe convirtiéndose en una estructura rígida, jerárquica y profundamente dependiente de símbolos externos, como vírgenes, reliquias, dogmas impuestos y rituales repetitivos. Lo que los gnósticos proponían era una espiritualidad vivida desde dentro, una relación directa entre el alma y la fuente divina, sin necesidad de intermediarios. Pero eso era peligroso para el poder. No es casualidad que fueran perseguidos, sus textos quemados, sus ideas tachadas de herejía. Porque un alma que se reconoce divina ya no necesita templos, ni sacerdotes, ni estructuras de control.

Secretos del Vaticano: El escándalo que intentaron enterrar

Y hoy, siglos después, aún podemos ver los efectos de aquella decisión política disfrazada de espiritualidad. La figura del Demiurgo gnóstico ha sido sustituida por un dios que premia o castiga según el cumplimiento de normas externas. Jesús ha sido encerrado en una divinidad inaccesible, convertido en objeto de adoración en lugar de guía hacia la liberación interior. Y María, elevada al rango de diosa madre, es hoy más venerada que su propio hijo, especialmente en países como España, donde lo espiritual muchas veces se mezcla con lo folklórico, y lo sagrado con lo institucional.

Pero hay quienes siguen buscando. Hay quienes sienten que la verdad no está en los altares dorados ni en las doctrinas repetidas, sino en el silencio interior, en el conocimiento profundo de uno mismo, en el despertar de esa chispa divina que los gnósticos llamaban “pneuma”. Tal vez, al volver a mirar hacia esas antiguas corrientes espirituales, podamos recuperar algo del mensaje original que Jesús (el verdadero  maestro interior) vino a compartir. Que el Reino de Dios está dentro de nosotros, no fuera.





viernes, septiembre 05, 2025

CONSECUENCIAS DEL CONCILIO DE NICEA ( 3ª PARTE )

COSAS DE GELY

CONSECUENCIAS DEL CONCILIO DE NICEA 
(3ª PARTE)

Los que resistieron, cómo sobrevivió el mensaje original. 

A pesar de la imposición de dogmas y la fuerza del nuevo cristianismo imperial, el mensaje original de Jesús no desapareció del todo. Algunos resistieron. Lo hicieron sin templos, sin poder, sin necesidad de imponerse a nadie. Fueron personas y comunidades que se negaron a aceptar que la fe debía pasar por fórmulas rígidas o jerarquías sagradas. Para ellos, seguir a Jesús era vivir como él, no adorarlo como a un dios.

 

El Evangelio de los Ebionitas  La versión perdida de Jesús 

Uno de esos grupos fueron los ebionitas. Eran cristianos de origen judío que veían a Jesús como un hombre justo, elegido por Dios, pero no como un ser divino. Vivían de forma austera, rechazaban la riqueza y mantenían una fe basada en la práctica, no en la adoración. También estaban los gnósticos, que entendían a Jesús como un guía interior, un maestro de sabiduría que enseñaba a despertar el alma. No les interesaban los templos ni los rituales. Creían que cada ser humano podía encontrar lo divino en su interior. Por eso fueron tan peligrosos para la Iglesia: no necesitaban sacerdotes ni estructuras. Eran libres.

Durante siglos, estos grupos fueron perseguidos, calumniados y borrados de los libros oficiales. Sus textos fueron destruidos, sus nombres olvidados. Pero en cuevas, desiertos, o pequeños pueblos, su espíritu sobrevivió. También en la Edad Media aparecieron figuras que recuperaban ese mensaje: místicos que hablaban del amor directo a Dios sin intermediarios, comunidades pobres que vivían según el Evangelio y no según las órdenes del Papa. Muchos de ellos fueron acusados de herejía, y sin embargo, eran los que más se acercaban a la vida sencilla y verdadera que Jesús predicó.

La Historia Completa de los Evangelios Gnósticos   Todo Espiritualista Debe Conocerla

Hoy sabemos que ese otro cristianismo existió. Que nunca desapareció del todo. Que debajo de siglos de teología imperial y poder religioso, hubo siempre personas que mantuvieron viva la llama original. No buscaban imponer su visión. Solo vivir con coherencia.

Por eso, contar esta historia no es atacar la fe, sino intentar salvarla de quienes la manipularon. No es negar a Jesús, sino recordarlo tal como fue: un maestro humano, libre, compasivo igual que Buda y Krishna que también hablaron del sufrimiento, de la conciencia, de la libertad interior. Ninguno de ellos fundó templos de oro. Ninguno pidió ser adorado. Solo quisieron ayudar.

El hecho de que su mensaje haya sobrevivido, a pesar de todo, es la mayor prueba de su verdad.



domingo, agosto 31, 2025

MENTIRAS FUNDAMENTALES DE LA IGLESIA CATOLICA

COSAS DE GELY 

 
VIDEO - DESCRIPCIÓN DEL AUDIOLIBRO

Un análisis de las graves contradicciones y manipulaciones de los textos bíblicos y de la figura del Jesús histórico. 

En el Nuevo Testamento se demuestra sin lugar a dudas que Jesús fue un judío que no quiso fundar ninguna nueva religión ni Iglesia, que no se creyó hijo de Dios y que tuvo como mínimo seis hermanos carnales. 

Los propios Evangelios cuestionan dogmas católicos básicos al mostrar que los apóstoles, por ejemplo, no creyeron en la divinidad de Jesús ni en la virginidad de María ni en la resurrección. La figura del Papa pierde su autoridad cuando se conocen las artimañas que la posibilitaron, máxime cuando Jesús repudió expresamente el sacerdocio profesional. El cristianismo adquiere otro tinte cuando se comprueba que sus fundamentos no proceden de Jesús sino de san Pablo. 

En este libro, el Dr. Pepe Rodríguez realiza un análisis a fondo de la Biblia que permite conocer qué se dejó escrito, en qué circunstancias, quién lo escribió, cuándo y, sobre todo, qué textos se manipularon y cómo se pervirtieron con el paso de los siglos. Con esta obra, el autor hace posible que creyentes y no creyentes encuentren las respuestas que siempre les han hurtado y puedan tener criterios sólidos sobre el origen del cristianismo. 

Publicado por primera vez en 1997, Mentiras fundamentales de la Iglesia católica obtuvo un gran éxito (más de 150.000 ejemplares vendidos y traducciones a varias lenguas). Una década después, el autor ha revisado, actualizado y ampliado el texto, incluyendo nuevos temas, datos, reflexiones y conclusiones.

ACERCA DEL AUTOR

Pepe Rodríguez es doctor en Psicología por la Universidad de Barcelona y licenciado en Ciencias de la Información. Actualmente es profesor de periodismo de investigación –ámbito en el que está considerado como uno de los mejores especialistas– y de periodismo especializado en sociedad en la facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona, además de docente en diferentes ámbitosacadémicos, entre ellos el área de comunicación del IL3 Instituto de Formación Continuada de la Universidad de Barcelona. Ha publicado veinticinco libros, entre los que destacan sus investigaciones y ensayos sobre una variedad de temas sociológicos, políticos y relacionados con el periodismo de investigación. Una parte notable de su obra se considera fundamental en el ámbito que aborda y ha obtenido un enorme éxito de ventas en España y en muchos países de Latinoamérica. Ha sido traducido al italiano, el portugués, el holandés y el chino. 

INFORMACIÓN SOBRE EL AUDIOLIBRO

Puedes cómprarlo en Google Play Libros ►► https://g.co/booksYT/AQAAAECsIVph5M
Idioma: español
Editor: Penguin Random House Grupo Editorial
Fecha de publicación: 31 de octubre de 2019
ISBN: 9788466666886
Duración: 15 h y 49 min

Libros publicados

  • Esclavos de un mesías. (sectas y lavado de cerebro). Elfos, Barcelona, 1984.
  • Las sectas hoy y aquí. Tibidabo Ediciones, Barcelona, 1985.
  • La conspiración Moon. Ediciones B, Barcelona, 1988.
  • El poder de las sectas. Ediciones B, Barcelona, 1989.
  • Traficantes de esperanzas. Ediciones B, Barcelona, 1991.
  • Curanderos, viaje hacia el milagro. Ediciones Temas de Hoy, Madrid, 1992.
  • Jóvenes y Sectas: un análisis del fenómeno religioso-sectario en España (coautor). Ministerio de Asuntos Sociales, Madrid, 1992.
  • Qué hacemos mal con nuestros hijos (El drama del menor en España). Ediciones B, Barcelona, 1993.
  • Pluralismo religioso (Sectas y nuevos movimientos religiosos) (coautor). Ediciones Atenas, Madrid, 1993.
  • Tu hijo y las sectas (Guía de prevención y tratamiento para padres, educadores y afectados). Ediciones Temas de Hoy, Madrid, 1994.
  • Periodismo de investigación: técnicas y estrategias. Ediciones Paidós, Barcelona, 1994.
  • El libro de los decálogos. (coautor). Ediciones Temas de Hoy, Madrid, 1994.
  • Cuando una sonrisa es una trampa. (coautor). Fundación Francisco Ferrer, Barcelona, 1994.
  • La vida sexual del clero. Ediciones B, Barcelona, 1995.
  • Etnografía (Metodología cualitativa en la investigación sociocultural) (coautor). Ediciones Marcombo, Barcelona, 1995.
  • Mentiras fundamentales de la Iglesia católica. Ediciones B, Barcelona, 1997.
  • Mitos y ritos de la Navidad. Ediciones B, Barcelona, 1997.
  • Dios nació mujer. Ediciones B, Barcelona, 1999.
  • Adicción a sectas (Pautas para el análisis, prevención y tratamiento). Ediciones B, Barcelona, 2000.
  • Sociología de grupos pequeños: sectas y tribus urbanas (coautor). Consejo General del Poder Judicial, Madrid, 2000.
  • Morir es nada (Cómo enfrentarse a la muerte y vivir con plenitud). Ediciones B, Barcelona, 2002.
  • Pederastia en la Iglesia católica. Ediciones B, Barcelona, 2002.
  • 11-M: Mentira de Estado (Los tres días que acabaron con Aznar). Ediciones B, Barcelona, 2004.
  • Masonería al descubierto (Del mito a la realidad 1100-2006). Temas de Hoy, Madrid, 2006.
  • Los pésimos ejemplos de Dios (Según la Biblia). Temas de Hoy, Barcelona, 2008. 





 

miércoles, agosto 27, 2025

HIPOTÉTICA CARTA SOBRE EL REINO DE JESÚS

COSAS DE GELY 

HIPOTÉTICA CARTA SOBRE EL REINO DE JESÚS

Hipotética y refexiva carta sobre la religión, la libertad espiritual y el miedo, escrita por, Albert Einstein, físico alemán de origen judío, nacionalizado después suizo, austriaco y estadounidense. Baruch Spinoza, filósofo neerlandés de origen sefardí. Stephen William Hawking, físico teórico, astrofísico, cosmólogo y divulgador científico británico. Simone Lucie Ernestine Marie Bertrand de Beauvoir, conocida como Simone de Beauvoir, filósofa, profesora, escritora y activista feminista francesa. Hipatia de Alejandría, filósofa y maestra neoplatónica griega, natural de Egipto, ​que destacó en los campos de las matemáticas y la astronomía, miembro y cabeza de la Escuela neoplatónica de Alejandría a comienzos del siglo V. Carl Edward Sagan astrónomo, astrofísico, cosmólogo, astrobiólogo, escritor y principalmente un reconocido divulgador científico estadounidense. Todos ellos tenían en común la ciencia y su falta de religiosidad

A lo largo de la historia, el ser humano ha buscado respuestas que parecen no tener fin sobre lo siguiente: ¿qué sentido tiene la vida? ¿Existe Dios? ¿Quién fue realmente Jesús de Nazaret? Estas preguntas, que han atravesado culturas y épocas, a menudo se han visto envueltas en respuestas que más confunden que iluminan, y en organizaciones que han utilizado el misterio para dominar la conciencia y el alma de las personas.

Imaginemos, por un momento, una carta escrita no por un solo pensador, sino por varias mentes brillantes (como las anteriormente mencionadas) que, desde diferentes siglos y perspectivas, intentaron comprender el universo y el lugar del ser humano en él. En esta carta, ellos nos hablarían con la sinceridad de quienes valoran la razón, la ética y el asombro ante el cosmos, pero que también respetan la profundidad de la experiencia humana y la búsqueda espiritual.

En esta hipotética misiva, nos dirían que Jesús de Nazaret fue un hombre de extraordinaria compasión, humildad y justicia. Que su vida fue un ejemplo de amor al prójimo y rebeldía contra la opresión. Sin embargo, también nos alertarían que, con el paso de los siglos, su figura fue transformada en un instrumento del poder imperial. Convertido en un dios por decreto político, su nombre fue utilizado para justificar guerras, enriquecimientos y estructuras de control, muy alejadas del mensaje original que predicó.

Nos recordarían que no es necesario creer que un hombre fue Dios para actuar con bondad y justicia. La humanidad puede y debe ser ética sin depender de dogmas que muchas veces fueron impuestos por intereses ajenos a la libertad y la verdad.

Sobre Dios y la religión, nos invitarían a abandonar la idea de un ser divino que observa desde las alturas, que juzga y castiga, que elige favoritos o se encarna en formas humanas. Más bien, nos propondrían ver a Dios como la ley natural, la armonía eterna del universo o, para quienes no creen en esa idea, a maravillarse con la belleza del cosmos tal como es, sin necesidad de explicaciones sobrenaturales.

Ellos denunciarían las religiones que se imponen por la fuerza, que acallan la duda, que se enriquecen con la pobreza y que oprimen a quienes piensan diferente o que niegan la igualdad. La verdadera religión, nos dirían, debería ser una forma de vivir con integridad, sin necesidad de imposiciones externas.

Nos hablarían también del conocimiento y el misterio, recordándonos que no lo sabemos todo, y que la ignorancia no debe llenarse con superstición, sino con preguntas abiertas, observación y humildad ante lo desconocido. La ciencia y el asombro ante el cosmos pueden ser también formas de espiritualidad, sin arrogancia ni dogmas, sino con admiración sincera y ganas de seguir buscando.

Finalmente, nos ofrecerían una esperanza profunda: que cada persona pueda vivir sin miedo al castigo eterno, sin depender de autoridades religiosas para ser buena, y sin repetir creencias que no siente. Que exista una humanidad libre, ética, curiosa y compasiva, donde la fe no sea un arma, la ciencia no sea arrogancia y el amor no dependa de dogmas.

Pero, ¿por qué, si este mensaje de libertad y humanidad es tan claro, tantas instituciones religiosas han manipulado a lo largo de la historia la conciencia de las personas?

La respuesta está en el miedo. El miedo a lo desconocido —la muerte, el sufrimiento, la soledad— es una herramienta poderosa que quienes detentan el poder han sabido usar para controlar a las masas. Ofrecer respuestas absolutas frente a ese miedo genera obediencia y sumisión. El castigo eterno y el pecado se convierten en mecanismos para dominar no solo cuerpos, sino también almas.

Además, pensar por uno mismo siempre ha sido peligroso para quienes quieren mantener el control. La duda, la búsqueda libre y el cuestionamiento de las verdades impuestas amenazan las estructuras jerárquicas y sus privilegios. Por eso, a lo largo de la historia, los libres pensadores, los científicos, los herejes, y muchas mujeres valientes fueron perseguidos, silenciados o desacreditados. Sin embargo, sus ideas siguen vivas y hoy florecen en quienes, se atreven a preguntarse y a buscar sin miedo.

La fe, cuando se convierte en institución política y económica, deja de ser un camino espiritual para transformarse en un instrumento de poder. El mensaje original de amor y humildad se desplaza para justificar riquezas, guerras y dominación. La figura de Jesús, humilde y pacífico, es apropiada por imperios que buscan legitimarse, dejando en la sombra su verdadera enseñanza.

Sin embargo, en este tiempo, podemos elegir otra forma de vivir la espiritualidad. Podemos honrar a Jesús como un hombre sabio, sin necesidad de convertirlo en dios. Podemos mirar al universo con asombro sin inventar dioses castigadores. Podemos buscar la espiritualidad dentro de nosotros, con conciencia y libertad, sin miedo ni imposiciones.

La verdadera espiritualidad no necesita cadenas ni dogmas. Es un camino libre que se construye con ética, amor y respeto, sin necesidad de templos ni rituales impuestos. No todos entenderán este camino y algunos temerán la libertad que representa. Pero esa libertad es, sin duda, el mayor acto de amor que podemos ofrecernos a nosotros mismos y al mundo.

No nacimos para obedecer sin comprender cosas incomprensibles, como los dogmas. Nacimos para comprender, razonar y desde ahí, vivir con dignidad y ser sinceros con nosotros mismos.

 

Audiolibro Historia Criminal Del Cristianismo - Iglesia Antigua - Los Paganos Y Ocupación Del Poder 

 


 

 

jueves, agosto 21, 2025

CONSECUENCIAS DEL CONCILIO DE NICEA ( 2ª PARTE )

COSAS DE GELY

CONSECUENCIAS DEL CONCILIO DE NICEA ( 2ª PARTE )

Cómo el poder enterró el mensaje de Jesús

Después del Concilio de Nicea, todo cambió para siempre. Lo que había comenzado como un movimiento humilde, centrado en el mensaje de un maestro compasivo, se convirtió en una religión imperial, con dogmas definidos, jerarquías imponentes y una creciente distancia entre la vida de Jesús y lo que se hacía en su nombre.

El emperador Constantino, al ver en el cristianismo una herramienta poderosa para unificar su vasto imperio, no dudó en sellar una alianza con la Iglesia. Esta unión política y religiosa consolidó el poder de los obispos, que dejaron de ser guías espirituales para convertirse en figuras de autoridad institucional. A cambio de privilegios, aceptaron una estructura cada vez más rígida. La Iglesia pasó a funcionar como un engranaje más del aparato imperial.

La fe se transformó en obediencia. Lo que antes era una experiencia de vida y de conciencia se volvió una lista de creencias obligatorias. Y con esa estructura vinieron también las persecuciones internas. Se comenzó a excomulgar, silenciar o perseguir a quienes no compartían la doctrina oficial. Los arrianos, por ejemplo, que habían cuestionado la divinidad absoluta de Jesús, fueron exiliados y sus textos destruidos. Lo mismo ocurrió con otros grupos cristianos que hasta entonces habían convivido con libertad: los gnósticos, los marcionitas, los ebionitas. La diversidad desapareció, y con ella, una parte importante de la riqueza espiritual original del cristianismo.

El Jesús que caminaba descalzo entre los pobres, que decía que el Reino de Dios estaba dentro de cada uno, fue reemplazado por una figura celestial, inaccesible, encerrada en fórmulas teológicas complicadas. Su mensaje de amor y libertad se volvió una doctrina que exigía sumisión. Su compasión, una estructura de normas. Su ejemplo, una excusa para levantar tronos dorados y emitir condenas.

La alianza entre la Iglesia y el poder político no solo enterró el mensaje original de Jesús: lo utilizó como base para construir una institución que imponía miedo, exigía fidelidad ciega y se presentaba como única dueña de la verdad. Así comenzó una historia que, durante siglos, justificaría guerras, censuras, inquisiciones y riquezas acumuladas en nombre de alguien que nunca tuvo nada. 
 
Pero lo más triste no fue solo la traición al mensaje de Jesús, sino que esa nueva Iglesia dijo hacerlo en su nombre.
 
Su santidad el Papa Pio XII concede al Generalísimo Franco el Gran Collar de la Orden Suprema de Cristo
 



 

martes, agosto 19, 2025

CONSECUENCIAS DEL CONCILIO DE NICEA ( 1ª PARTE )

 COSAS DE GELY 

 
CONSECUENCIAS DEL CONCILIO DE NICEA ( 1ª PARTE )

No soy teóloga, ni historiadora, ni busco convencer a nadie. Solo soy una persona que, con los años, ha sentido la necesidad de mirar con honestidad la historia que, tantas veces nos contaron sin dejarnos preguntar.

Escribo en este blog no por odio, ni por rebeldía, ni por ningún interés personal. Lo hago porque creo que muchas personas (buenas, generosas, y de corazón sincero) han sido manipuladas en nombre de la fe. Han creído estar siguiendo a Jesús, cuando en realidad seguían una estructura creada siglos después de su muerte y, a menudo demasiado alejada de lo que él enseñó.

Me han interesado siempre las figuras de Jesús y de Buda. Creo que ambos fueron grandes maestros, humanos, cercanos, que quisieron ayudar a sus semejantes a vivir con compasión y libertad interior. Pero creo también que sus palabras fueron tergiversadas, y que quienes buscaron poder se aprovecharon de su mensaje para dominar a otros.

Este blog es un espacio para mirar esas historias (y otras de otro tipo) con respeto, pero también con claridad. No pretendo dar lecciones. Solo quiero compartir lo que he ido descubriendo, por si a alguien más le sirve para reconciliarse con su fe, con su conciencia o consigo mismo.

Si has sentido que algo no encajaba, si te dolió ver cómo el poder se vistió de religión, si alguna vez pensaste que Dios debía ser otra cosa… entonces quizás encuentres en este post,  algo que aclare tus ideas al respecto, y porque no, un lugar donde respirar en paz.

Primera parte: Nicea año 325 – El día que Jesús fue convertido en Dios

Durante los primeros siglos del cristianismo, nadie imponía una doctrina única. Las comunidades cristianas vivían con libertad espiritual, sin obispos poderosos, sin dogmas cerrados, y sin estructuras de poder como las que conocemos hoy. Los seguidores de Jesús compartían sus bienes, vivían con sencillez, y se centraban en las enseñanzas del maestro de Nazaret: amar, perdonar, servir, sanar. Pero poco a poco, todo eso fue cambiando.

Con el tiempo, comenzaron a surgir diferentes interpretaciones sobre quién había sido realmente Jesús. Para algunos, un hombre profundamente inspirado por Dios. Para otros, un ser divino. Para otros más, una manifestación directa de Dios en la Tierra. Estas diferencias no eran pequeñas: tocaban el corazón mismo de la fe. Durante casi tres siglos, estas interpretaciones convivieron, debatieron, se enfrentaron a veces, pero ninguna se impuso como la única verdadera.

El conflicto estalló con fuerza cuando un sacerdote de Alejandría, llamado Arrio, afirmó que Jesús, aunque extraordinario, no era eterno, ni igual a Dios Padre. Según Arrio, Jesús había sido creado por Dios en un momento del tiempo, y por tanto no era Dios en sí mismo. Esta visión, conocida como arrianismo, se propagó rápidamente y encendió una disputa enorme en todo el mundo cristiano.

Fue entonces cuando intervino el emperador romano Constantino. "Recién convertido al cristianismo" y deseoso de utilizar la religión como base de unidad para su imperio, Constantino convocó en el año 325 el famoso Concilio de Nicea. Allí reunió a más de 300 obispos para resolver de una vez por todas la cuestión de quién era Jesús. Pero el objetivo no era tanto espiritual como político: se necesitaba una fe unificada que consolidara el poder imperial.

Tras semanas de discusiones teológicas, de presiones políticas y de intereses cruzados, se llegó a una fórmula definitiva: Jesús no era simplemente el Hijo de Dios, sino que era Dios mismo, de la misma sustancia que el Padre. La palabra clave, homoousios, fue impuesta como base del nuevo dogma. Así, por primera vez en la historia, se declaró de manera oficial que Jesús era Dios. Quienes no aceptaron esta decisión fueron excomulgados, expulsados o silenciados. Arrio fue condenado, y su doctrina prohibida.

Lo que había sido una fe libre se convirtió en una estructura jerárquica, con una doctrina obligatoria. No fue una conclusión natural, ni una verdad descubierta con evidencia, sino una decisión tomada por votación, bajo presión, con el apoyo del emperador. El Jesús que había vivido entre los pobres fue transformado en un ser glorificado, celestial, y domesticado al servicio del poder.

Desde entonces, el cristianismo entró en una nueva era: la de los credos obligatorios, las persecuciones internas, y el control dogmático. Lo que Jesús había sembrado como una enseñanza viva y compasiva, fue sustituido por fórmulas teológicas que, pocos entendían y muchos temían. Y lo más impactante de todo es que, la divinización de Jesús no fue una revelación, sino un decreto.
 
Historia Criminal Del Cristianismo - Tomo 1 La Iglesia Antigua Falsificaciones y Engaños 
De Karlheinz Deschner - audiolibro






miércoles, agosto 13, 2025

LA TIERRA EN LA CUERDA FLOJA

COSAS DE GELY

LA TIERRA EN LA CUERDA FLOJA

Queridos lectores:
 
Hoy quiero compartir con vosotros un texto que nace desde la preocupación más profunda por el rumbo que está tomando nuestro mundo. No es una exageración decir que el planeta está al límite. El cambio climático ya no es un problema del futuro: es el presente que vivimos, y sin embargo, seguimos actuando como si no pasara nada. Este relato que os presento busca remover conciencias, abrir los ojos y, ojalá, provocar reflexión y acción. Porque no queda tiempo. Porque ya no podemos permitirnos la comodidad de mirar hacia otro lado. 

La catástrofe ya está aquí

El cambio climático ya no es una amenaza futura. Es una catástrofe en curso. Está ocurriendo ahora mismo, delante de nuestros ojos, en cada ola de calor abrasadora que rompe récords históricos, en cada sequía prolongada que deja campos yermos, en cada incendio forestal que reduce bosques a cenizas, en cada gota fría que arrasa ciudades enteras. España lo sabe bien: los veranos son cada vez más insoportables, los inviernos más secos, los recursos hídricos cada vez más escasos y la desertificación avanza implacable. Las cifras son claras, las evidencias abrumadoras. Pero algo sigue sin encajar: el mundo, y en especial quienes tienen el poder de actuar, no están reaccionando como si su propia casa estuviera ardiendo. Y lo está.

Durante décadas, la comunidad científica ha dado la voz de alarma. Estudios, informes, cumbres, conferencias: la ciencia ha sido persistente, incluso extenuante en su esfuerzo por demostrar, con datos, que el modelo actual de desarrollo, de consumo, de movilidad, de economía, es incompatible con la supervivencia del planeta tal y como lo conocemos. Y sin embargo, esas advertencias han sido recibidas con escepticismo, con lentitud, con desinterés o con una hostilidad abierta por parte de muchas autoridades, especialmente aquellas que se sitúan en la derecha política, donde el negacionismo climático ha encontrado terreno fértil. En lugar de liderar con valentía una transición necesaria, muchos han optado por el cortoplacismo, por la comodidad de no tocar intereses, por evitar decisiones impopulares que podrían afectar su reelección. Se ha preferido mirar hacia otro lado, como si ignorar el incendio sirviera de algo cuando las llamas ya están aquí.

Mientras tanto, la ciudadanía también carga con su parte de responsabilidad. Aunque hay conciencias despiertas, colectivos activos, movimientos sociales firmes, la mayoría sigue atrapada en una rutina de negación suave, de indiferencia disfrazada de impotencia. Y, en muchos casos, se priorizan los caprichos, el confort inmediato, la satisfacción personal. Se viaja como nunca antes en la historia: vuelos de bajo coste para fines de semana en ciudades europeas, vacaciones internacionales varias veces al año, coches privados para trayectos innecesarios, cruceros de placer que contaminan como miles de coches juntos. Se celebra la globalización sin asumir su coste ambiental: el transporte masivo de mercancías desde cualquier parte del mundo implica barcos gigantescos que emiten gases letales, aviones de carga, redes de distribución que recorren el planeta sin tregua. Se importan alimentos que podrían cultivarse localmente, se consumen productos empaquetados en plástico que han recorrido miles de kilómetros para llegar a una estantería. Todo se mueve. Todo viaja. Todo contamina.

Y nadie, absolutamente nadie, pone freno real a esta locura. Las emisiones de gases de efecto invernadero siguen creciendo. Las promesas de reducción se incumplen sistemáticamente. La transición energética es lenta, insuficiente, y muchas veces apenas una operación de maquillaje verde. Los gobiernos permiten, e incluso incentivan, la venta de más coches, la ampliación de aeropuertos, el aumento de las rutas de cruceros. Las leyes que limitan el uso de combustibles fósiles llegan tarde o mal, si es que llegan. Y cuando se proponen medidas mínimas —como zonas de bajas emisiones en las ciudades o la limitación del tráfico—, la respuesta es una protesta furibunda, una resistencia férrea de quienes se niegan a renunciar a su “modo de vida”, aunque ese modo de vida esté destruyendo el único planeta habitable que tenemos.

Ya no queda tiempo. Esta es la verdad incómoda que nadie quiere escuchar. No es una cuestión de futuro, sino de presente. Los cambios en el clima están desestabilizando los ecosistemas, arruinando cosechas, desplazando a millones de personas, aumentando los conflictos por recursos. Cada décima de grado que sube la temperatura global trae consecuencias irreversibles: pérdida de biodiversidad, acidificación de los océanos, derretimiento de los polos, aumento del nivel del mar, fenómenos climáticos extremos. No se trata de salvar el planeta en abstracto: se trata de salvar las condiciones que hacen posible la vida humana tal como la conocemos.

Frente a esta urgencia, las medidas necesarias son claras, aunque políticamente difíciles. Se deben restringir drásticamente los vuelos innecesarios. Se debe desincentivar el uso del vehículo privado, fomentando el transporte público, la bicicleta, y el urbanismo sostenible. Hay que cerrar progresivamente los aeropuertos pequeños, limitar los cruceros, gravar los combustibles fósiles hasta hacerlos inviables. Se deben reformar los sistemas económicos para poner la vida, y no el crecimiento, en el centro. Impulsar las energías renovables, pero no como un añadido, sino como la base del nuevo modelo. Apostar por la producción local, por la economía circular, por un consumo responsable que huya del despilfarro y del culto a lo inmediato.

Y sobre todo, se necesita valentía política. Valentía para enfrentar a los lobbies que presionan, para soportar la crítica, para explicar que no hay futuro en el camino actual. Y se necesita también una ciudadanía que deje de pedir soluciones sin querer cambiar nada, que asuma que salvar el clima implica renuncias, implica cambios, implica incomodidades. No hay magia. No hay tecnología que pueda, por sí sola, revertir lo que ya estamos viviendo. Solo queda actuar. Con urgencia. Con profundidad. Con sentido de comunidad.

La globalización nos trajo un espejismo de abundancia sin límites, pero a un coste brutal para el planeta. Ahora, ese espejismo se desvanece, y nos encontramos con una realidad árida, calurosa, hostil, que hemos construido colectivamente. Y aún así, muchos siguen actuando como si nada. Como si el planeta fuera eterno. Como si la comodidad de hoy valiera más que el mañana de nuestros hijos.

Este relato no busca sembrar el miedo por el miedo. Busca sacudir conciencias. Porque, si no despertamos ahora, lo haremos demasiado tarde. Y cuando eso ocurra, no habrá marcha atrás. Ni planeta B. Ni excusas. Solo cenizas y arrepentimiento.     








sábado, agosto 09, 2025

LA MUJER MALTRATADA Y LO QUE NUNCA SE QUISO VER DE ELLA

COSAS DE GELY

 
LA MUJER MALTRATADA Y LO QUE NUNCA SE QUISO VER DE ELLA

Sentada en este lugar maravilloso tranquilo y relajante, he estado reflexionando sobre nosotras las mujeres y se me ha ocurrido “obsequiaros con la siguiente narración” 

Desde el principio de la historia humana, las mujeres han estado presentes en todos los aspectos fundamentales del desarrollo de la humanidad, pero rara vez han sido reconocidas como protagonistas. No se trata de una queja vacía ni de una postura ideológica, se trata de una realidad constatable. Las mujeres fueron las primeras en cultivar la tierra, en transformar la recolección en agricultura, en transmitir conocimientos de generación en generación cuando la escritura aún no existía. 

Fueron las encargadas de cuidar a los hijos, a los mayores, a los enfermos, de mantener encendido el fuego y de crear herramientas básicas para la vida. Sin embargo, con el paso del tiempo y con el desarrollo de las estructuras sociales dominadas por la fuerza y la jerarquía masculina, su papel fue relegado, negado, e incluso invisibilizado.

En el ámbito del hogar, la discriminación ha sido constante y profundamente normalizada. A las mujeres se les asignó la responsabilidad absoluta del cuidado familiar, de la crianza, de la limpieza, de la cocina, de la estabilidad emocional y social del entorno doméstico. Todo esto sin recibir reconocimiento, salario ni derechos. Incluso en muchos contextos actuales, todavía se considera que las tareas del hogar y el cuidado son “naturales” en las mujeres, mientras que en los hombres son una elección voluntaria. Dentro del matrimonio, han sido durante siglos propiedad legal de sus maridos, sin posibilidad de decisión sobre su cuerpo, su libertad ni su futuro. Aún hoy, en muchos países y culturas, el matrimonio sigue siendo una estructura desigual donde la mujer no tiene poder de decisión real, y donde la violencia se justifica o se ignora en nombre de la tradición o de la religión.

La discriminación religiosa ha sido aún más evidente y brutal. Las grandes religiones institucionalizadas han limitado de forma sistemática el acceso de las mujeres a los espacios de liderazgo, de interpretación sagrada y de poder simbólico. Se les ha exigido obediencia, modestia, sumisión, castidad, silencio. Se les ha negado el derecho a hablar en público, a liderar ceremonias, a ocupar lugares sagrados. En muchas comunidades, aún se cree que la mujer es impura por el simple hecho de menstruar, o que no puede acercarse a lo divino en igualdad con el hombre. En algunas religiones, las mujeres siguen siendo tratadas como propiedad del padre primero y del marido después. Han sido apartadas, castigadas o humilladas por vestirse “de forma inapropiada”, por expresar deseo, por no ser madres, por cuestionar dogmas que solo han sido escritos e interpretados por hombres.

En el campo político, la exclusión no solo ha sido evidente, sino activa. A las mujeres se les negó el derecho al voto durante siglos, y cuando lo consiguieron, su participación fue condicionada, burlada, o utilizada como símbolo de apertura sin concederles verdadero poder. Incluso hoy, en pleno siglo XXI, la representación política femenina en muchos países sigue siendo minoritaria, simbólica o directamente obstaculizada. Las mujeres en política tienen que soportar un nivel de escrutinio personal, estético y moral que sus colegas hombres no sufren. Se les exige que demuestren una capacidad constante, que equilibren fuerza con sensibilidad, que no incomoden demasiado, pero que tampoco se queden calladas. Muchas veces, sus ideas son apropiadas por compañeros varones o desestimadas como emocionales o radicales. Y todo esto ocurre tanto en democracias formales como en regímenes autoritarios.

Lo más doloroso quizás es que la discriminación hacia la mujer no proviene solo de estructuras dominadas por hombres, sino que también es replicada y sostenida por otras mujeres. Muchas veces por miedo, por educación, por dependencia económica o emocional, o simplemente porque ese es el sistema que han aprendido. Se repiten los mismos mandatos, las mismas exigencias, los mismos juicios. Se castiga a las mujeres que rompen con el modelo tradicional, se les acusa de egoístas, de poco femeninas, de exageradas. Se glorifica el sacrificio y se condena la autonomía. Esta complicidad no nace del mal, sino de siglos de condicionamiento. Pero su efecto es real: muchas mujeres han sido dañadas por otras mujeres que también han sido víctimas del mismo sistema.

Y sin embargo, a pesar de todo esto, la historia de la humanidad no puede entenderse sin las mujeres. Su contribución ha sido constante, esencial, y absolutamente subestimada. Han participado en la ciencia, aunque se les negó la educación formal. Han estado en las guerras, aunque los libros de historia apenas las mencionen. Han sido líderes, pensadoras, artistas, aunque sus obras hayan sido firmadas por otros o enterradas por la censura. En las revoluciones, en las resistencias, en las crisis sanitarias, en los movimientos sociales, las mujeres siempre han estado presentes. A menudo como las primeras en actuar, las últimas en recibir reconocimiento, y las más afectadas por las consecuencias.

Todo esto no es pasado. Aún hoy, muchas mujeres viven con miedo, con culpa, con vergüenza que no les pertenece. Aún se les juzga por su cuerpo, por su edad, por su tono de voz, por su maternidad o por su decisión de no ser madres. Aún tienen que justificar sus decisiones, su ambición, su derecho a descansar, a decir que no, a vivir una vida propia. Aún cargan con una doble jornada: la del trabajo y la del hogar. Aún tienen que demostrar que valen, mientras a otros se les supone competentes por el simple hecho de ser hombres.

UNED LA MUJER Y EL FRANQUISMO

No se trata de una guerra de sexos. No se trata de odiar a los hombres, ni de victimizar a las mujeres. Se trata de decir la verdad. De reconocer una injusticia histórica y estructural que ha marcado la vida de millones de personas y que sigue presente, aunque se vista de modernidad. Se trata de abrir los ojos, de cuestionar lo que se considera “natural”, de escuchar las voces que durante siglos fueron calladas.

Las mujeres no necesitan permiso para existir plenamente. No necesitan que se les dé un espacio como si fuera una concesión. Ese espacio ya era suyo. Lo han ocupado siempre. Solo falta que el resto del mundo lo reconozca, lo respete y lo repare.

LA MUJER EN EL FRANQUISMO 

Para finalizar os dejo el siguiente recordatorio. 

En la dictadura franquista en España, cuyos herederos hoy son VOX y el PP, la discriminación hacia las mujeres fue sistemática, institucional y profundamente arraigada en la alianza entre el régimen y la Iglesia Católica. Durante décadas, las mujeres estuvieron sometidas legalmente a la autoridad del marido o del padre. No podían trabajar sin permiso, abrir una cuenta bancaria, ni salir del país sin autorización masculina. La ley las consideraba menores de edad permanentes. La Sección Femenina, brazo femenino del partido único, impuso un modelo de mujer obediente, sumisa, católica, madre abnegada y esposa servicial. La educación fue dirigida a reforzar estos valores, negándoles el acceso a una formación libre y completa. La sexualidad femenina fue reprimida, el divorcio fue prohibido, y cualquier desviación del rol tradicional era castigada moral, social y a veces físicamente. La Iglesia respaldó todo este entramado con un discurso religioso que justificaba la subordinación femenina como voluntad divina. Fue un sistema diseñado para controlar la vida, el cuerpo y el pensamiento de las mujeres. Aunque muchas resistieron en silencio, y otras desde la cultura, la educación o la disidencia política, el daño de aquella etapa aún se arrastra en la memoria de generaciones enteras.

 

POSGUERRA. LA MORAL DEL CONVENTO

Por todo esto (y algunas cosas más) no entiendo como todavía hay mujeres que van a la iglesia, se afilien al PP y a Vox  y les voten, sabiendo cuales son sus orígenes.
 


 

 

 

 

lunes, julio 28, 2025

EL APEGO QUE NOS ENCADENA

COSAS DE GELY 

EL APEGO QUE NOS ENCADENA

En el budismo, el apego se entiende como un obstáculo hacia la paz interior y la libertad mental. No es solo una cuestión de querer, sino de aferrarse, de aferrarse a algo que percibimos como esencial para nuestra felicidad o identidad. El apego se asocia a la idea de que estamos buscando algo fuera de nosotros para llenar un vacío interno, algo que nos haga sentir completos. Esta búsqueda constante de "más" o "mejor" genera sufrimiento, porque nunca se logra una satisfacción plena. Es una corriente interminable que nos mantiene atrapados en la ilusión de que el tener o el ser determinado nos otorgará la felicidad definitiva.

En la vida cotidiana, el apego se manifiesta de muchas formas. Desde lo más tangible, como los objetos materiales que coleccionamos y a los cuales nos aferramos con tanta fuerza, hasta aspectos más abstractos, como las ideas y opiniones que defendemos con vehemencia. El deporte, por ejemplo, puede ser una fuente de gran satisfacción, pero si llegamos a aferrarnos a él, se convierte en una obsesión. Nos volcamos tanto en ganar o en alcanzar un rendimiento perfecto que perdemos el disfrute genuino, el propósito detrás del ejercicio y la diversión. El mismo principio aplica al viajar, donde el apego a una forma específica de aventura o destino puede nublar la capacidad de disfrutar de lo que realmente se tiene frente a nosotros. Y, por supuesto, la comida, que en una sociedad cada vez más centrada en el consumo, puede convertirse en una herramienta para llenar vacíos emocionales más que una fuente de placer o nutrición.

Este mismo concepto de apego se extiende a creencias o sistemas ideológicos más profundos, como la política o la religión. Cuando alguien se apega tan profundamente a una ideología o a una organización, comienza a perder la capacidad de ver más allá de esa estructura. En lugar de cuestionar, reflexionar o discernir, la persona se convierte en un seguidor acrítico, confiando ciegamente en lo que le dice su partido, su iglesia o su comunidad, independientemente de lo que el en realidad piense y de sus acciones. Esto puede llevar a situaciones peligrosas, porque el apego puede cegar el juicio, llevándonos a justificar lo injustificable, a aceptar lo que normalmente cuestionaríamos. En estos casos, el apego ya no es solo a una idea o causa, sino a una identidad. Nos definimos por lo que defendemos, sin importar la coherencia o la moralidad de las decisiones que tomemos en ese camino.

El apego nos conecta con una necesidad imperiosa de pertenencia, de seguridad, de sentir que algo fuera de nosotros tiene un significado. Pero, en última instancia, este apego nos priva de la libertad interior. Nos mantiene atados, inmovilizados en patrones repetitivos que no nos permiten evolucionar, ni experimentar la vida de manera auténtica. Esta constante búsqueda de aferrarnos a algo nos aleja del presente, del aquí y ahora, del disfrute simple de ser.

Y, sin embargo, hay un costo que a menudo no se percibe inmediatamente: el dolor y la frustración. Cuando nos apegamos profundamente a algo, ya sea una relación, un logro, una creencia o incluso una expectativa, cualquier cambio inesperado o pérdida puede desencadenar un sufrimiento profundo. El apego crea una falsa promesa de control y seguridad, pero al mismo tiempo, nos hace vulnerables a la decepción. La frustración surge cuando la realidad no se ajusta a lo que hemos idealizado. Este sufrimiento es inevitable cuando nos aferramos a algo que es, por naturaleza, transitorio. A veces, lo que más nos duele no es la pérdida en sí, sino el hecho de no haber aceptado la Impermanencia de las cosas, el no haber entendido que todo está en constante cambio.

Al observar todo esto, es posible que surja una pregunta fundamental: ¿es todo apego en esta vida? ¿Podemos realmente vivir sin ninguna forma de apego, sin nada a lo que aferrarnos? En teoría, los caminos espirituales, como el budismo, nos enseñan a trascender estos apegos, a liberar nuestra mente y corazón de la necesidad de posesión o control. Sin embargo, el ser humano está diseñado para crear vínculos, para formar conexiones. Y, quizás, la clave no esté en eliminar todo apego, sino en reconocer los tipos de apego que nos sirven y los que nos limitan. ¿Es posible encontrar un equilibrio donde podamos amar sin aferrarnos, disfrutar sin obsesionarnos, ser parte de una comunidad sin perder nuestra identidad? Quizá ese sea el reto más grande de nuestra vida