COSAS DE GELY
“BYUNG CHUL HAN (La lucidez silenciosa)”
Llevo años leyendo y escuchando a este hombre sencillo y lleno de humanidad, y con el transcurso del tiempo cada vez emocional y realmente me identifico más con sus pensamientos y planteamientos. Sus palabras me acompañan, me calman y me ayudan a mirar el mundo con otra profundidad, lejos del ruido y la prisa.
Hay personas que no gritan, pero su voz resuena más que cualquier ruido. Byung Chul Han es una de ellas. Habla despacio, con serenidad, con ese tipo de claridad que solo nace cuando uno mira el mundo sin miedo. Sus palabras no buscan impresionar; buscan despertar algo dormido en nosotros, algo que el capitalismo, con su brillo falso, ha querido apagar.
Vivimos en una época donde todo parece estar en venta: el tiempo, la atención, incluso el alma. Nos dicen que somos libres, pero esa libertad tiene forma de jaula. Una jaula luminosa, cómoda, donde todo está al alcance de un clic. Nos hacen creer que elegimos, cuando en realidad obedecemos a un sistema que se alimenta de nuestro cansancio y de nuestra necesidad de sentirnos valiosos. Han lo llama “la violencia de la positividad”: ese mandato invisible que nos exige estar siempre felices, productivos, disponibles, conectados.
El capitalismo liberal nos ha convertido en máquinas de rendimiento. Ya no necesitamos un amo que nos vigile; nosotros mismos llevamos la correa. Nos autoexplotamos con una sonrisa, creyendo que crecer, superarse o “optimizarse” es una forma de libertad. Pero detrás de todo eso hay una soledad inmensa, un vacío que ni el éxito ni el entretenimiento logran llenar. Han nos muestra que el sistema ha aprendido a manipular no solo nuestros cuerpos, sino también nuestros deseos, nuestras emociones, nuestra manera de amar.
Nos han robado el silencio, la lentitud, el aburrimiento. Nos han convencido de que descansar es perder el tiempo. Y así, entre pantallas y notificaciones, hemos olvidado el arte de simplemente estar. El capitalismo ha logrado que trabajemos incluso cuando creemos descansar, que nos mostremos incluso cuando necesitamos desaparecer. Todo se convierte en exposición, en mercancía, en ruido.
Pero Han, con su calma que parece venir de otro tiempo, nos invita a detenernos. A mirar el vacío sin miedo. A reconectar con lo invisible, con lo que no produce ni se vende: la contemplación, el amor sin utilidad, el contacto con la naturaleza, el silencio que cura. Nos recuerda que el ser humano no nació para competir, sino para cuidar; no para producir, sino para estar en el mundo con delicadeza.
Byung Chul Han no nos da respuestas fáciles, pero sí nos ofrece un refugio: el pensamiento. Pensar, dice, es resistir. Es negarse a ser arrastrado por la corriente del rendimiento. Es recordar que todavía hay belleza en lo simple, dignidad en lo lento, esperanza en el silencio.
Y tal vez ahí, en ese gesto tan pequeño y tan poderoso de detenerse, empiece la verdadera libertad.


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