martes, agosto 19, 2025

CONSECUENCIAS DEL CONCILIO DE NICEA ( 1ª PARTE )

 COSAS DE GELY 

 
CONSECUENCIAS DEL CONCILIO DE NICEA ( 1ª PARTE )

No soy teóloga, ni historiadora, ni busco convencer a nadie. Solo soy una persona que, con los años, ha sentido la necesidad de mirar con honestidad la historia que, tantas veces nos contaron sin dejarnos preguntar.

Escribo en este blog no por odio, ni por rebeldía, ni por ningún interés personal. Lo hago porque creo que muchas personas (buenas, generosas, y de corazón sincero) han sido manipuladas en nombre de la fe. Han creído estar siguiendo a Jesús, cuando en realidad seguían una estructura creada siglos después de su muerte y, a menudo demasiado alejada de lo que él enseñó.

Me han interesado siempre las figuras de Jesús y de Buda. Creo que ambos fueron grandes maestros, humanos, cercanos, que quisieron ayudar a sus semejantes a vivir con compasión y libertad interior. Pero creo también que sus palabras fueron tergiversadas, y que quienes buscaron poder se aprovecharon de su mensaje para dominar a otros.

Este blog es un espacio para mirar esas historias (y otras de otro tipo) con respeto, pero también con claridad. No pretendo dar lecciones. Solo quiero compartir lo que he ido descubriendo, por si a alguien más le sirve para reconciliarse con su fe, con su conciencia o consigo mismo.

Si has sentido que algo no encajaba, si te dolió ver cómo el poder se vistió de religión, si alguna vez pensaste que Dios debía ser otra cosa… entonces quizás encuentres en este post,  algo que aclare tus ideas al respecto, y porque no, un lugar donde respirar en paz.

Primera parte: Nicea año 325 – El día que Jesús fue convertido en Dios

Durante los primeros siglos del cristianismo, nadie imponía una doctrina única. Las comunidades cristianas vivían con libertad espiritual, sin obispos poderosos, sin dogmas cerrados, y sin estructuras de poder como las que conocemos hoy. Los seguidores de Jesús compartían sus bienes, vivían con sencillez, y se centraban en las enseñanzas del maestro de Nazaret: amar, perdonar, servir, sanar. Pero poco a poco, todo eso fue cambiando.

Con el tiempo, comenzaron a surgir diferentes interpretaciones sobre quién había sido realmente Jesús. Para algunos, un hombre profundamente inspirado por Dios. Para otros, un ser divino. Para otros más, una manifestación directa de Dios en la Tierra. Estas diferencias no eran pequeñas: tocaban el corazón mismo de la fe. Durante casi tres siglos, estas interpretaciones convivieron, debatieron, se enfrentaron a veces, pero ninguna se impuso como la única verdadera.

El conflicto estalló con fuerza cuando un sacerdote de Alejandría, llamado Arrio, afirmó que Jesús, aunque extraordinario, no era eterno, ni igual a Dios Padre. Según Arrio, Jesús había sido creado por Dios en un momento del tiempo, y por tanto no era Dios en sí mismo. Esta visión, conocida como arrianismo, se propagó rápidamente y encendió una disputa enorme en todo el mundo cristiano.

Fue entonces cuando intervino el emperador romano Constantino. "Recién convertido al cristianismo" y deseoso de utilizar la religión como base de unidad para su imperio, Constantino convocó en el año 325 el famoso Concilio de Nicea. Allí reunió a más de 300 obispos para resolver de una vez por todas la cuestión de quién era Jesús. Pero el objetivo no era tanto espiritual como político: se necesitaba una fe unificada que consolidara el poder imperial.

Tras semanas de discusiones teológicas, de presiones políticas y de intereses cruzados, se llegó a una fórmula definitiva: Jesús no era simplemente el Hijo de Dios, sino que era Dios mismo, de la misma sustancia que el Padre. La palabra clave, homoousios, fue impuesta como base del nuevo dogma. Así, por primera vez en la historia, se declaró de manera oficial que Jesús era Dios. Quienes no aceptaron esta decisión fueron excomulgados, expulsados o silenciados. Arrio fue condenado, y su doctrina prohibida.

Lo que había sido una fe libre se convirtió en una estructura jerárquica, con una doctrina obligatoria. No fue una conclusión natural, ni una verdad descubierta con evidencia, sino una decisión tomada por votación, bajo presión, con el apoyo del emperador. El Jesús que había vivido entre los pobres fue transformado en un ser glorificado, celestial, y domesticado al servicio del poder.

Desde entonces, el cristianismo entró en una nueva era: la de los credos obligatorios, las persecuciones internas, y el control dogmático. Lo que Jesús había sembrado como una enseñanza viva y compasiva, fue sustituido por fórmulas teológicas que, pocos entendían y muchos temían. Y lo más impactante de todo es que, la divinización de Jesús no fue una revelación, sino un decreto.
 
Historia Criminal Del Cristianismo - Tomo 1 La Iglesia Antigua Falsificaciones y Engaños 
De Karlheinz Deschner - audiolibro






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