COSAS DE GELY
Vivimos en tiempos difíciles, donde la crisis económica, social y sanitaria ha puesto a prueba nuestra capacidad de resistir y adaptarnos. Todo debe cambiar para construir un mundo mejor, más justo y solidario. Para ello, necesitamos políticos que estén al servicio de las personas, que escuchen sus necesidades y demandas, que dialogue con las diferentes sensibilidades y visiones, que busquen soluciones consensuadas y eficaces. Una política que no se deje arrastrar por las disputas partidistas, los intereses personales o los dogmas ideológicos. Una política que ponga en el centro a los ciudadanos y ciudadanas, especialmente a los más vulnerables, a los que sufren la pobreza, la exclusión, la violencia o la discriminación. Una política que se ocupe de garantizar sus derechos fundamentales, como la salud, la educación, la vivienda o el trabajo digno.
Pero no solo necesitamos una política diferente, sino también una ciudadanía diferente. Una ciudadanía activa, crítica, informada y participativa. Una ciudadanía que se eduque en los valores democráticos, que cultive su pensamiento propio, que tome conciencia de su papel en la sociedad. Una ciudadanía que no se conforme con lo establecido, que cuestione lo injusto y que proponga alternativas. Una ciudadanía que no se deje manipular por los medios de comunicación, las redes sociales o las falsas noticias. Una ciudadanía que no se encierre en sus burbujas ideológicas, que respete la diversidad, que dialogue con el otro. Una ciudadanía que no se desentienda de los problemas colectivos, que se solidarice con los que sufren, que colabore con las causas justas.
Creo firmemente que solo así podremos alcanzar una verdadera libertad. Una libertad que no sea solo individual, sino también colectiva. Una libertad que no sea solo negativa, sino también positiva. Una libertad que no sea solo formal, sino también real. Una libertad que no sea solo un derecho, sino también una responsabilidad. Una libertad que nos permita desarrollarnos como personas y como sociedad, sin renunciar a nuestra dignidad ni a nuestra felicidad.
Sé que puede parecer una utopía, pero creo que es posible. Y creo que vale la pena luchar por ella. Porque la política y el mundo egoísta en el que vivimos no funcionan. Porque nos hemos vuelto insensibles a las guerras, al paro, a las subidas de precio de los alimentos, de las viviendas y alquileres de estas, y a que millones de personas no tengan un pedazo de pan que llevarse a la boca. Porque miedo me da pensar en lo que se avecina si no cambiamos el rumbo.
Por eso te invito a reflexionar sobre estas ideas y a compartir tus opiniones conmigo. ¿Qué piensas tú sobre la política y la ciudadanía? ¿Qué cambios crees que son necesarios? ¿Qué acciones podemos hacer para contribuir a un mundo mejor? Espero tus comentarios y sugerencias. Gracias por leerme.
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