NADA ES ETERNO - NADA ES PARA SIEMPRE
El budismo lo plantea así: “Todo es impermanente”.
Quiere decir que todo tiene un comienzo y un fin, nada dura para
siempre y, finalmente, todo pasa. Todo se encuentra en constante cambio y
por eso la quietud y la estabilidad son tan solo una ilusión.
En algunas tradiciones orientales como el budismo, se considera que la quinta esencia del universo, lo que impregna todo nuestro mundo, es la impermanencia. Nada perdura, todo se destruye, todo cambia. Es la Ley Universal inevitable.
Anitya: La Impermanencia
El budismo afirma que tanto nuestra realidad interior como la del mundo externo, están siempre en un estado de cambio permanente. La estabilidad, sea en los átomos, en las cordilleras montañosas, o aún en nosotros mismos es una ilusión. Según la doctrina budista, ninguno de nosotros es física, emocional ni mentalmente la misma persona que éramos hace años. Ni siquiera hace minutos o un sólo instante. Todas las situaciones, todas las entidades, todos nuestros pensamientos y todos nuestros estados de ánimo nacen, ganan fuerza, se deterioran y desaparecen. Para el budismo, somos seres cambiantes en un mundo cambiante. Por eso no nos es posible encontrar la seguridad permanente ni certidumbre absoluta, incluso en el más próximo futuro.
"Sabed que todas las cosas son como esto:
un espejismo, un castillo de nubes,
un sueño, una aparición,
sin esencia, pero con cualidades que pueden verse."
"Sabed que todas las cosas son como esto:
como la luna en un cielo brillante
en algún lago transparente reflejada,
aunque a ese lago la luna nunca se ha desplazado."
"Sabed que todas las cosas son como esto:
como un eco que deriva
de música, sonidos y llanto,
y sin embargo en ese eco no hay melodía."
"Sabed que todas las cosas son como esto:
como un mago que crea ilusiones
de caballos, bueyes, carros y otras cosas,
nada es lo que aparenta ser."
El Budha
Impermanencia
Antes de morir, el Buda preguntó a sus discípulos si tenían alguna última pregunta que hacerle. Los discípulos permanecieron en silencio. Y entonces, el Buda dijo sus últimas palabras: "Todas las cosas condicionadas son impermanentes. Busquen su salvación diligentemente. Y esta afirmación, a manera de un legado a sus discípulos y a toda la humanidad, contiene el corazón de sus enseñanza. Anitya, es decir: la impermanencia o transitoriedad de todas las cosas...
LA TRISTEZA DE LA FUGACIDAD
En el período clásico de la historia de Japón, se acuño el término Aware, que significa sensibilidad, sensibilidad ante la transitoriedad de las cosas. El cerezo blanco que florece y declina, las nubes que forman tenues trazos en el cielo y se van, los cantos rodados que el mar envuelve y se lleva, las hojas marrones que en otoño se aferran a los árboles para desaparecer inevitablemente, en fin, la vida misma, breve e inasible, que reverbera sólo fugazmente para eclipsarse en la muerte.
"El cambio es inevitable y sin embargo podemos reaccionar frente al cambio de diferentes formas. Para algunos, el cambio puede ser aterrador, intimidante o triste. Para otros, el cambio puede ser excitante y alegre. Algunas veces aceptamos el cambio, otras veces nos resistimos a él.
La impermanencia es el tema central del Budismo. El Budismo nos enseña ecuanimidad en medio del cambio y cómo responder más sabiamente a la impermanencia. En las últimas palabras del Buda, “Todas las cosas condicionadas son transitorias. Esfuérzate con diligencia.”
Podemos entender la impermanencia en una de las tres formas siguientes: Primero, hay una forma obvia de ver la impermanencia. Vemos que todas las cosas cambian. Vemos enfermedad, vejez y muerte. Vemos el cambio de las estaciones y del clima, de la sociedad y nuestras emociones. Podemos aprender a relajarnos en una experiencia al darnos cuenta que es transitorio, o podemos dejar de resistirnos al cambio y darnos cuenta que es inevitable. Podemos aprender a tener compasión reconociendo que todos los seres están sujetos a la enfermedad, vejez y muerte. No obstante, este entendimiento de la inevitabilidad de la impermanencia no lleva necesariamente a creer en ella. Aunque podemos reconocer que otros mueren, puede que no creamos en nuestro propio final.
La segunda forma de entender la impermanencia es por medio de la comprensión, con la observación directa de la naturaleza de las cosas. El Budismo nos ayuda a abrirnos a este menos perceptible entendimiento de la impermanencia. Al practicar una profunda y concentrada circunspección, logramos ver dentro del momento a momento, el ir y venir de todas las cosas. Empezamos a ver que todas las cosas, incluso esas cosas que parecen constantes, están en constante cambio. Con esta visión de temporalidad viene la comprensión de que es vano el aferrarse a algo, ya que todas las cosas vienen y van en la existencia. Además, empezamos a ver que nos apegamos a ideas y conceptos en vez de a cosas reales y experiencias. Por ejemplo, podemos pensar que nos apegamos al dinero cuando de hecho nos apegamos a nuestra idea de lo que el dinero nos traerá o hará por nosotros.
Finalmente, podemos entender la impermanencia como un camino a la liberación. Una vez seamos capaces de ver la impermanencia claramente, empezamos a ver que a nada de lo que existe nos podemos apegar. Con esto en mente, empezamos a relajarnos y a ver la realidad ante una luz más fluida. Esto además puede liberarnos. De acuerdo con Ajahn Chah, “Si dejas ir un poco, tendrás un poco de paz. Si dejas ir mucho tendrás mucha paz. Si dejas ir completamente, tendrás paz completa.
Fuente: budismolibre.org
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